lunes, 14 de marzo de 2011

Esta generación es perversa

La destrucción de Sodoma y Gomorra

“Esta generación es perversa” (cfr. Lc 11, 29-32). ¿En qué consiste la perversidad de la que se queja Jesús? Ante todo, en el rechazo de Dios, que es Amor infinito; rechazo que se traduce en obras de oscuridad y de maldad.

Debido a que cita a Nínive, ciudad de pecadores que, por la predicación de Jonás, se convirtieron, y así evitaron el castigo que había sido decretado por Dios (cfr. Jon 3, 10), y esto trae a la memoria por contraposición a Sodoma y Gomorra, ciudades también de pecadores pero que no se convirtieron (cfr. Gn 19, 24), se podría deducir que la perversidad radica en una desviación de tipo moral, en un quebrantamiento de la castidad y de las buenas costumbres, en una adhesión a la lujuria, a la avaricia, a la codicia.

Sin embargo, esto último es sólo la superficie, ya que la perversidad no radica en el comportamiento moral, sino en la negación y en el rechazo del Amor divino, del cual el trastorno moral es sólo la consecuencia del oscurecimiento espiritual.

Jesús se queja de la perversidad de los fariseos, los cuales niegan la divinidad de Cristo, es decir, su condición de ser Dios Hijo encarnado, a pesar de que atestigua su condición divina obrando milagros delante de sus ojos. La perversidad, fruto del endurecimiento del corazón humano, será la que conducirá a Jesús a las amargas horas de la Pasión, de la agonía en el Huerto, de los juicios inicuos, de la soledad de la cárcel, del doloroso Via Crucis.

Pero esa perversidad no es la única, ya que se continúa hasta el día de hoy, profundizándose cada vez más: al hombre, inmerso en el error del ateísmo materialista, no le interesa si Dios existe o no, ya que vive su vida y muere su muerte como si Dios no existiese, y no tiene en consideración a Dios ni siquiera como una hipótesis. Y lo peor de todo, es que esta mentalidad atea y materialista, se ha introducido en el seno mismo de la Iglesia, en donde son los mismos bautizados quienes abandonan en masa la Iglesia y se vuelcan al mundo y a su hedonismo, a su relativismo y a su materialismo, rechazando las aguas cristalinas de la Verdad, y sumergiéndose en las aguas pútridas de la corrupción, de la sensualidad, de los placeres, perdiendo hasta la noción del bien y del mal[1].

“Esta generación es perversa”. La amarga queja de Jesús se repite, hoy como ayer. Y hoy, como ayer, Jesús nos pide frecuentes actos de amor y de renuncia, de contrición, de ofrecimiento.

La fórmula de la reparación, con la cual el cristiano puede consolar al Sagrado Corazón que agoniza en el Huerto de los Olivos es simple: creer, esperar, amar, confiar, rogar, callar, aceptar, sufrir, ofrecer, adorar[2].


[1] Cfr. Mensajes de Jesús a un sacerdote. Monseñor Octavio Miquelini, Tomo I, Ediciones El Bueno Pastor, Buenos Aires 1989, 34.

[2] Cfr. o. c., 36.

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