martes, 17 de mayo de 2011

Yo he venido al mundo como luz

Jesús es luz en el seno del Padre,
en su Humanidad santísima,
en los cielos,
y en la Eucaristía.


“Yo he venido al mundo como luz” (cfr. Jn 12, 44-50). ¿Cuál es el sentido de la frase de Jesús? Podría decirse que Él es luz, en cuanto que sus enseñanzas morales propician una humanidad solidaria y fraterna, basada en el bien común, en contraposición a la oscuridad moral, que es la ausencia de bondad, y que se manifiesta en el egoísmo del individuo, que no mira por el bien de su prójimo.

No es este el sentido último de las palabras de Jesús. Jesús no es luz en un mero sentido moral; es luz en un sentido físico, o más bien, hiper-físico, en cuanto que Él, en su naturaleza divina, es la luz en sí misma. Jesús es luz, porque su naturaleza divina es luminosa, tal como Él mismo lo afirma: “Yo Soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).

Jesús es luz, porque es Dios, y en cuanto Dios, proviene de Dios Padre, Luz indeficiente e increada, inaccesible a toda criatura, humana o angélica, y por eso decimos en el Credo Niceno-Constantinopolitano: “Dios de Dios, Luz de Luz”; Jesús es luz, en cuanto es Hombre perfecto, cuya naturaleza pertenece de modo personal a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y por esto mismo resplandece con el fulgor y el brillo esplendoroso de la gloria divina, tal como resplandeció en el Tabor (cfr. Mt 17, 1-9) y en la Resurrección.

Jesús es la luz de la Jerusalén celestial, porque es el Cordero que es la lámpara (cfr. Ap 21, 23), que alumbra a los ángeles y a los santos con el esplendor de su gloria, que brota de su Ser divino como de su fuente; Jesús es la luz que alumbra a la Iglesia Purgante, cada vez que se eleva la Hostia en la Santa Misa, y por el tiempo que la Hostia permanece elevada, las regiones sufrientes y en tinieblas del Purgatorio se ven iluminadas y aliviadas las almas en su sufrimiento; Jesús es luz, e ilumina a la Iglesia Peregrina con la Verdad Absoluta de la Palabra de Dios, Verdad que brilla en el Magisterio y en la Tradición, y la ilumina con la gracia, que hace participar a las almas de la claridad divina de Dios Trino.

Jesús es luz en la Eucaristía, en donde resplandece con el fulgor de mil soles juntos, iluminando los cielos eternos, el altar eucarístico, las almas de los hombres, y la tierra toda.

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