viernes, 1 de julio de 2011

Venid a Mí, todos los que estáis afligidos y agobiados



“Venid a Mí, todos los que estáis afligidos y agobiados” (Mt 11, 25-30). Jesús nos invita a acudir a su Sagrado Corazón en los momentos de aflicción, de agobio, de tribulación. Para esto, para que acudamos a Él, a escuchar los latidos de su Corazón, es que se ha quedado en la Sagrada Eucaristía. Se ha quedado en el Sagrario para que nosotros, atribulados por las diversas situaciones existenciales, no dudemos en recurrir a su ayuda.

Después de resucitar y antes de ascender a los cielos, Jesús nos aseguró su Presencia entre nosotros: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 26, 18-20), para que acudiéramos a Él en los momentos de tristeza, de pesar, de enfermedad, de dolor, de angustia, de tribulación, para recibir de Él consuelo, ayuda, protección, pero también en momentos de alegría, de paz, de serenidad, para dar gracias.

Jesús se quedó con nosotros en la Eucaristía para que supiéramos que no estamos solos, que podemos y debemos contar con Él, sí como se cuenta con un padre amoroso, con un amigo fiel, con un hermano bondadoso. Él nos llama para que reposemos de nuestras fatigas en su Corazón misericordioso, y eso es a eso lo que nos invita cuando dice: “Venid a Mí, los que estáis afligidos y agobiados”. Dios no da nunca una prueba y una cruz más grandes de las que podemos soportar, y cuando nos da una prueba, nos da al mismo tiempo el auxilio y el consuelo de su Presencia. Nos llama, para asistirnos, para que no abandonemos la lucha ni tampoco nos sintamos solos..

Y sin embargo, hoy más que nunca, Jesús está solo en el sagrario. Es Él quien dice, por boca del profeta: “Me dejaron a Mí, manantial de aguas vivas, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua” (Jer 2, 13). Él, que es la Fuente de Agua viva, está solo, porque los hombres, en vez de calmar su sed en la fuente de vida eterna que brota de su Corazón traspasado, prefieren beber de las aguas pútridas y contaminadas de los consuelos efímeros y vanos del mundo.

Todavía más, Jesús promete que quien se acerque a beber de su Corazón traspasado, no solo no tendrá sed jamás, sino que Él mismo se convertirá en fuente de agua viva: “El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4, 14), y el motivo es que el agua que Él da es la gracia divina, que calma la sed de Dios que toda alma tiene, y no solo le calma la sed, sino que el alma en gracia atrae al alma al Espíritu Santo, fuente de la Gracia y de la vida divina.

Quien se acerca a Jesucristo y bebe de su costado traspasado, se convierte en una imagen viviente del Hijo de Dios, y se convierte él mismo en una surgente de agua viva, que permite a su vez calmar la sed de Dios de innumerables almas.

“Venid a Mí, todos los que estáis afligidos y agobiados”. Jesús nos espera en el Sagrario, Jesús está ahí, en Persona, vivo y resucitado, y su Corazón late más fuerte, cuando nos acercamos, porque nos ama uno a uno, con nombre y apellido, sin hacer acepción de nadie. A todos nos espera, a todos nos invita a su lado, a todos nos llama, para que le contemos de nuestras penas, de nuestros dolores, de nuestras alegrías.

Todavía más, en el evangelio, Él nos dice: “Venid a Mí los que estéis afligidos y agobiados”, y espera a que nosotros, que vivimos en la tierra, nos acerquemos a Él, pero en la Santa Misa, es Él quien, obedeciendo a las palabras del sacerdote magisterial, desciende desde el cielo, para quedarse en la Eucaristía, y para venir a nuestro corazón.

Por la misa, Jesús viene desde el cielo, desde el seno de Dios Padre, para quedarse en nuestro corazón, y por eso en la Misa, podemos escuchar que Jesús nos dice: “Voy a ustedes, que están afligidos y agobiados; háganme un lugar en vuestros corazones; déjenme entrar. Vengo como un mendigo, a mendigarles vuestro amor, Yo, que soy Dios omnipotente, que no necesito de nada ni de nadie. Quiero entrar en vuestros corazones, abridme las puertas de vuestras almas, pero sabed que no puedo estar al lado de un ídolo. Si vuestro corazón está ocupado con ídolos, desterradlos, y hacedme un lugar para Mí, y Yo les haré un lugar en Mi Corazón. No tengáis temor en derribar los ídolos de la violencia, del placer, del poder, del tener; son ídolos mudos, que no dan paz al corazón, ni en esta vida, y mucho menos en la otra. Voy a ustedes en cada comunión eucarística, y tan pronto como llego, debo retirarme, porque vuestros corazones están ocupados con los vanos placeres y pensamientos del mundo, y en un corazón así, no puedo quedarme. Voy a ustedes, que están afligidos y agobiados, para darles alivio, para darles mi yugo, que es la cruz, la única que puede aliviarlos y conducirlos a la feliz eternidad”.

Los ídolos del mundo han construido a su alrededor nuevas falsas religiones, que han logrado desplazar del corazón del hombre al Dios verdadero y a su Enviado, Jesucristo. Los ídolos mundanos han levantado nuevos templos y nuevas religiones, todas falsas y vacías, que en vez de aliviar, agobian y cansan cada vez más. Las nuevas religiones, el fútbol, la política, la economía, la moda, la diversión, el placer, el dinero, aplastan al alma y la sofocan, impidiéndoles ser verdaderamente libres, quitándoles la libertad en esta vida y en la eternidad.

Sólo Cristo, Verdad de Dios, hace libre al hombre. Sólo Cristo alivia los pesares y conforta en las fatigas; sólo la cruz de Cristo convierte el agobio en alas de libertad que conducen al cielo, a la feliz eternidad en la Trinidad.

“Venid a Mí, todos los que estáis afligidos y agobiados”. Ante la prueba, ante la tribulación, ante el dolor, acudamos a Cristo Eucaristía, Presente en Persona en el sagrario, pidamos la gracia de abrazar y besar la cruz de cada día, y dejemos de lado los vanos y falsos ídolos del mundo, que solo agobian, fatigan y cansan al alma.

1 comentario:

  1. gracias jesús verdaderamente esta en el sagrario de cada capilla. Siempre con nosotros.Alli esta esperandonos no para quitarnos sino para darnos muchas bendiones.

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