jueves, 25 de agosto de 2011

El Reino de los cielos es como cinco doncellas prudentes y cinco necias



“El Reino de los cielos es como cinco doncellas prudentes y cinco necias” (cfr. Mt 25, 1-13). Con la figura de las doncellas, cinco prudentes y cinco necias, que salen a recibir al esposo que llega a la noche con sus lámparas, Jesús grafica el momento de la muerte de quienes morirán en gracia, y de quienes morirán en pecado mortal.

El Esposo que llega es Jesucristo; llega de improviso, a la noche; las vírgenes prudentes, son los cristianos que practican su religión y tratan de vivir en gracia, rezando, acudiendo a los sacramentos y obrando la misericordia con los más necesitados.

Las vírgenes necias, las que se durmieron en la espera y por lo tanto, cuando llega el esposo, no tienen aceite en sus lámparas, es decir, no tienen la gracia de Dios en sus almas, y por lo tanto en ellas no brilla la luz de la fe, son los cristianos que viven sólo nominalmente su condición de cristianos; son aquellos para quienes el más allá, el cielo y el infierno, son cuentos para niños; son aquellos para quienes la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía no es más que un relato construido por hombres de la Iglesia, que fue válido para un tiempo, pero que carece de toda importancia y valor frente a sus modernos ídolos: el partido de fútbol, el programa de televisión, el paseo dominical.

Jesús es el Esposo divino del alma, y cada alma tiene la oportunidad, dejada a su libre albedrío, de recibirlo a su llegada –el momento de la muerte de cada uno- con la lámpara cargada de aceite y brillando su luz en la oscuridad de la noche, es decir, en la oscuridad del tiempo y de la historia humanas, o bien, con la lámpara vacía, sin aceite, sin la luz de la fe, envuelto en las tinieblas y en la oscuridad.

Cada alma es libre de esperar a Jesucristo como quiera, con la gracia, o sin la gracia divina en el alma.

La eterna condenación no puede por lo tanto nunca atribuirse a un Dios vengativo, porque el hecho de que un alma se quede fuera del banquete nupcial es debido a su libre decisión.

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