miércoles, 7 de septiembre de 2011

Felices los pobres, ay de ustedes los ricos



“Felices los pobres, ay de ustedes los ricos” (cfr. Lc 6, 20-26). Las bienaventuranzas parecen contradecir a la razón humana: ¿cómo se puede ser feliz en la pobreza, si la pobreza es carencia de todo? ¿Cómo se puede ser feliz en el hambre, que atormenta al cuerpo? ¿Cómo se puede ser feliz en el llanto, sinónimo de tristeza? ¿Cómo se puede ser feliz cuando se es insultado y aborrecido por los demás?

La respuesta a estos interrogantes se encuentra en la cruz, porque es en la cruz en donde se originan las bienaventuranzas.

La pobreza, tanto de espíritu, como material, conduce a la felicidad, porque es la pobreza de Cristo crucificado: Cristo en la cruz demuestra pobreza espiritual, porque necesita del amor de la Virgen Madre, que está al pie de la cruz, y necesita del Padre, que parece estar ausente. Cristo crucificado también es pobre materialmente, porque no posee ningún bien material, y los únicos que posee –el madero de la cruz, los clavos, la corona de espinas, el letrero que indica su reyecía- han sido prestados por Dios Padre para que pueda llevar a cabo su misterio pascual de muerte y resurrección.

El hambre es causa de bienaventuranza, porque se trata del hambre de Dios y de su justicia, que es el hambre que tiene Cristo en la cruz. Con el pecado, el hombre comete injusticias infinitas contra Dios, quitándole el derecho que Él tiene sobre sus criaturas, y así el hombre asesina a su prójimo, que pertenece a su Creador, por medio del aborto, la eutanasia, la violencia de todo género. Cristo muere en la cruz a causa de la injusticia del hombre, y para restaurar el universo entero a la justicia divina y devolverle los derechos que Dios tiene sobre toda criatura.

El llanto conduce a la bienaventuranza, porque es el llanto de Cristo crucificado, que llora a causa del dolor de sus heridas, y así santifica el dolor y lo vuelve redentor, y llora a causa del Amor que inflama su Sagrado Corazón, porque quiere verlo cuanto antes abrasando los fríos corazones humanos.

El ser insultados es causa de bienaventuranza, porque quien es insultado a causa de Jesús, es porque participa de su cruz, y su cruz es el Camino al cielo a la felicidad eterna.

“Felices los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son insultados”. Las bienaventuranzas no se explican sin Cristo crucificado, y sólo en Él encuentran su pleno sentido

No hay comentarios:

Publicar un comentario