miércoles, 7 de diciembre de 2011

Levántate y camina









“Levántate y camina” (cfr. Mt 9, 1-8). El episodio del paralítico al que se le perdonan los pecados y al que se le cura su enfermedad, es simbólico de la acción de Jesús sobre la humanidad. El paralítico representa a la humanidad, que se encuentra doblemente enferma, en el espíritu y en el cuerpo. En el espíritu, por el pecado original, en el cuerpo, como consecuencia del pecado original. La doble curación de Jesús al paralítico simbolizan las dos acciones de Jesús sobre los hombres: curación del cuerpo y del alma. Sin embargo, aún cuando se trate de dos milagros asombrosos –uno, produce la curación del cuerpo físico, elimina la enfermedad física; el otro, elimina el pecado como estado del hombre en rebeldía hacia Dios-, ninguno de estos dos milagros constituyen el objetivo final de Jesús. Los milagros –la curación corporal y el perdón de los pecados- son solo etapas en la meta final de Jesús, que es la comunión con la Trinidad por parte de la humanidad.
La clave interpretativa en este sentido –los milagros como medios para comunicar el don de la comunión con la Trinidad-, puede estar en la frase dicha por Jesús luego de realizar ambas curaciones milagrosas: “Levántate y camina”.
En la frase “Levántate y camina” no solo se explicita la doble curación del paralítico, sino que está simbolizada otra realidad; no solo le está diciendo que use de sus piernas, ahora sanas y fuertes, para valerse por sí mismo y para no usar más la camilla. El paralítico ha recibido una nueva vida en todo sentido, puesto que ahora, sin su parálisis corporal, y sin la parálisis del espíritu, que detiene el camino hacia Dios, puede iniciar su nueva vida, que no consiste solo en poder caminar y hacer lo que antes no podía. Tampoco significa que por el perdón de los pecados, ahora puede rezar y antes no.
La frase: “Levántate y camina” está significando algo mucho más grande y profundo de lo que parece a simple vista y es importante considerarlo porque en la acción sobre el paralítico se simboliza la acción de Jesús sobre toda la humanidad.
Lo que le dice al paralítico lo dice a toda la humanidad, y de ahí la importancia de considerarlo, más allá del perdón de los pecados y de la curación física: “Con tus pecados perdonados, con tu nueva vida, la vida divina que te comuniqué, levántate y camina en dirección al Padre”.
Es lo que hace Jesús con nosotros sacramentalmente, al perdonarnos nuestros pecados en la confesión: no solo nos perdona los pecados, sino que nos concede una vida nueva, absolutamente nueva y distinta a la vida nuestra humana; nos concede una participación en la vida completamente divina de Dios Uno y Trino, de modo que en el alma en gracia, quienes vienen a inhabitar en el alma son nada menos que las Tres Personas Divinas de la Trinidad. Y esa Presencia, que es Presencia activa y dinámica porque comunica una nueva dynamis, una nueva energía, es el origen y la fuente de la vida nueva del cristiano.
En cada acción sacramental, por la cual nos dona Su Presencia, Jesús nos dice lo que al paralítico: “Levántate y camina, como hijo de Dios que eres, en el tiempo de tu vida, en dirección al Padre; vive con tu nueva vida de hijo de Dios y dirígete hacia Él con todas tus nuevas fuerzas”.

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