jueves, 29 de diciembre de 2011

Viernes de la infraoctava de Navidad 2011



            Contemplar al Niño de Belén no significa nunca contemplar a un niño más, uno más entre tantos. Quien lo contempla, contempla en Él al Dios invisible que se ha hecho visible, y contempla su gloria: “Lo que hemos visto, os lo anunciamos (…) hemos visto su gloria (…), gloria como de unigénito”. Quien contempla al Niño de Belén, contempla a Dios, según los Padres de la Iglesia: “El que nació de María es Dios” [1].
Esta verdad, repetida por Proclo de Constantinopla y revelada por la Iglesia Santa del Dios Uno y Trino, debería bastar para sumir al alma en un estupor contemplativo que no debería dejar lugar a ninguna otra consideración, que debería dejar sin aliento y sin respuestas a quienes contemplen la Verdad y el Nacimiento. Pero, lejos de acallar nuestras preguntas, despierta más y más preguntas, que surgen del mismo maravillado estupor.
“El que nació de María es Dios”. ¿Cómo puede ser posible? ¿No es acaso María una mujer, un ser humano? Si María es una mujer, ¿no nacen acaso de las mujeres, seres humanos iguales a ellas? ¿Si María es una mujer, no debería engendrar y dar a luz a otro ser humano, como ella? ¿Y si en todo caso ella es una mujer santa, no debería dar a luz a un hombre santo, como ella, pero de ninguna manera al mismo Dios? ¿Cómo es posible que nazca Dios? ¿Acaso Dios no es eterno, es desde la eternidad, sin principio ni fin, y no es acaso María un ser humano, que nació en el tiempo? ¿Cómo puede el Dios Trino, que es la eternidad en persona, nacer en el tiempo? Si es Dios el que nació de María, ¿no tiene acaso apariencia y aspecto de un hijo de hombre? ¿Si Dios es Espíritu puro, invisible, inaccesible, cómo puede ser que se revista de carne, se haga accesible, visible, en este Niño hermoso que llora de frío y de hambre? ¿No llora, como lloran todos los niños al nacer? ¿Ese Niño, tan hermoso, que salió del vientre de María como un rayo de luz atraviesa un cristal, es verdad que es Dios? ¿Y si es Dios hecho Niño, por qué llora? ¿No necesita de cariño, de ropa, de alimentos, como todo otro niño recién nacido? ¿Si es Dios, porqué los ángeles del cielo no vienen a asistirlo, para que no llore y deje de sufrir?
“El que nació de María es Dios”. ¿No es algo imposible? ¿No es algo contradictorio? ¿Cómo puede Dios eterno nacer de una mujer en el tiempo? ¿Si Dios es luz inaccesible, luz resplandeciente, luz eterna, por qué su nacimiento está rodeado de frío y de oscuridad? ¿No debería nacer rodeado de plata, de oro, de alhajas? ¿Dónde están los grandes del mundo, que no vienen a hacer fiesta al Dios de los cielos que nace de una Virgen hermosa en un pobre establo de Belén?
“El que nació de María es Dios”. ¿Quién podría saberlo, si alguien no nos lo revela? ¿No es acaso Dios, un ser absolutamente perfecto, ilimitado en su perfección omnipotente, absolutamente inaccesible por su misteriosa grandeza? ¿Por qué ahora aparece indefenso, necesitado de todo y de todos, siendo Él omnipotente? ¿Por qué extiende sus pequeños brazos, para que lo levanten y lo acurruquen, si en su cielo los ángeles tiemblan ante Su Presencia?
Y Tú, Mujer Hermosa, que has concebido, engendrado y alumbrado virginalmente a la luz de los cielos, ¿no eres acaso Tú misma la luz hermosa? ¿No eres acaso el único lugar en el que el Dios Inaccesible podía venir, de sus cielos eternos, a esta tierra de dolores? ¿No eres acaso, Pequeña y Grande María, el altar inmaculado sobre el que reposa sereno el Cordero del Apocalipsis? ¿No eres acaso la Madre de Dios?
Bendita, amada, glorificada seas Tú, Madre de Dios, y bendita sea en Ti nuestra naturaleza, porque el que nació de Ti ¡es Dios!



[1] Proclo de Constantinopla, Siglos IV-V, Sermón 1. Alabanzas de la Virgen, pronunciado ante el patriarca Nestorio, en el año 428, en una fiesta de la Virgen; cit. La Virgen María. Padres de la Iglesia, Editora Patria Grande, Buenos Aires 1978, 75-77.

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