lunes, 12 de marzo de 2012

No basta practicar la religión exteriormente; se necesitan la fe y la caridad


“La lluvia y la curación fueron dadas a los paganos y no a los judíos” (cfr. Lc 4, 24-30). No es casualidad que Jesús diga lo que dice en una sinagoga, y frente a una multitud. Jesús trae a la memoria el envío a los paganos de profetas como Elías y Eliseo, que son enviados por Dios, para beneficiarlos con la lluvia y con la curación de la lepra, respectivamente. De esta manera, hace notar, implícitamente, que el Pueblo Elegido fue dejado de lado, lo cual provoca la reacción furiosa de quienes están en la sinagoga, al punto tal que intentan matarlo, despeñándolo, pero Jesús se libra de ellos.
El mensaje que Jesús les quiere dar a los que están en la sinagoga, mensaje que es muy bien interpretado pero muy mal recibido, es que el hecho de ser judío no implica necesariamente la obtención del favor divino, sino la fe, la aceptación de la Palabra de Dios, expresada en hechos, como por ejemplo la caridad que la viuda de Sarepta tiene para con Elías, y la obediencia del sirio Naamán a lo que Eliseo le dice que tiene que hacer si quiere ser curado de su lepra.
El mismo mensaje vale para los cristianos: no basta con ser bautizados; no basta con asistir a Misa; no basta con una práctica meramente externa de la religión. Todo esto, que es exterior, debe ir acompañado de la renovación interior del corazón, renovación que, para ser tal, debe demostrarse en hechos.
La fe debe ser operante, debe conducir a vivir y obrar la caridad, el amor sobrenatural al prójimo, que se manifiesta de miles de formas distintas. La esencia de la religión de Jesucristo es la caridad, y si no hay caridad, la práctica externa de la religión se convierte en solo eso: una mera práctica externa, carente de alma, privada de contenido, una caricatura de la verdadera religión.
Así lo dice la Escritura: “¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: ‘Tengo fe’, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta” (Sant 2, 14-17).
Y también: “La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación  y conservarse incontaminado del mundo.” (Sant 1, 27).

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