viernes, 13 de abril de 2012

Viernes de la Octava de Pascua



         "¡Es el Señor!" (Jn 21, 1-14). La exclamación admirativa de Juan, que es el primero en reconocer a Jesús, llama la atención a los demás. Mientras los otros discípulos, incluido Pedro, están dedicados a sus labores, Juan es el primero en reconocerlo, y lo hace inmediatamente después de que Jesús obra el milagro de la pesca abundante.
         En el reconocimiento de Juan a Jesucristo, hay dos hechos a destacar: Juan es el primero en reconocerlo, y esto se debe a que es el que más cerca ha estado de Jesús: ha reclinado su cabeza en el pecho de Jesús, en la Última Cena, para escuchar los latidos de amor y de dolor del Sagrado Corazón; es el que, luego de su fuga inicial por cobardía, en el Huerto de los Olivos, se encuentra al pie de la Cruz, junto a la Virgen, en la agonía de Jesús; es el que llega primero al sepulcro el Domingo de Resurrección.
         Esta primacía de Juan se basa en el amor: es también Juan aquel discípulo a quien Jesús "más amaba", y a su vez Juan está cerca de Jesús porque corresponde a este amor.
         El otro hecho es que Juan lo reconoce luego de que Jesús realice el milagro de la pesca abundante, lo cual también es indicio de la cercanía de Juan al Sagrado Corazón: Juan sabe que el único capaz de hacer este milagro por sí mismo es Jesús, el Hombre-Dios.
         "¡Es el Señor!", debería exclamar también todo fiel cristiano al reconocer a Cristo en la Eucaristía, así como Juan lo reconoce a la orilla del mar.
         Y de la misma manera a como Juan lo reconoce por su cercanía al Sagrado Corazón y por el milagro que hace, así el bautizado debe reconocerlo por su cercanía a Jesús Eucaristía por la adoración eucarística y por la contemplación admirada del Milagro de los milagros, la Eucaristía.

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