domingo, 28 de octubre de 2012

“Mujer, estás curada de tu enfermedad”



“Mujer, estás curada de tu enfermedad” (Lc 13, 10-17). El Evangelista Lucas describe en la mujer dos estados: la enfermedad y la posesión, siendo la enfermedad causada por la posesión.
La negación del demonio y su rechazo, constituyen una grave falta contra la fe, puesto que si el demonio no existe, y por lo tanto no hay posesión, Jesús se habría engañado a sí mismo, creyendo que expulsaba demonios cuando en realidad no existían, o habría engañado a los demás, aprovechándose de su credulidad, para ganar prestigio entre el pueblo. Por otra parte, si Jesús hubiera hecho esto, no podría de ninguna manera ser Dios Hijo encarnado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, engendrada eternamente en el seno de Dios Padre y concebida en el seno virgen de María Santísima, por obra del Espíritu Santo.
Como se ve, la negación del demonio tiene por  finalidad atacar, debilitar y suprimir el dogma de fe acerca de Jesús de Nazareth, Hombre-Dios: si el demonio no existe, entonces todo lo que Jesús hizo y dijo respecto del ángel caído, es falso, y si todo es falso, entonces Jesús no es Dios, puesto que Dios, por esencia y por definición, no puede mentir.
El episodio del Evangelio, en el que Jesús cura a la mujer porque antes expulsa al demonio, aunque no esté relatado –también podría haber sucedido que primero la hubiera curado y luego fuera expulsado el demonio que la poseía-, confirma la fe de la Iglesia acerca de la constitución íntima de Jesús de Nazareth: Él es Dios Hijo encarnado.
Pero también confirma otra verdad, la de que el hombre estará, hasta el fin de los tiempos, y auxiliado por Jesús y María, en lucha contra las “potestades malignas de los cielos” (cfr. Ef 6, 12). Esto se hace patente cuando el espíritu maligno que poseía a la mujer, al ser expulsado de su cuerpo, posee los corazones y las mentes de los fariseos, los religiosos del tiempo de Jesús, que increpan a Jesús por curar a la mujer en sábado.
Para detectar a un endemoniado, o al menos a alguien bajo el influjo directo del ángel caído, no hace falta ver las consecuencias físicas que el demonio provoca en los cuerpos que posee, ni tampoco hace falta ver al demonio poseyéndolo: sólo es necesario comprobar la dureza de corazón del falso religioso, el fariseo, cuya dureza de corazón está producida por este ser tenebroso.

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