lunes, 3 de diciembre de 2012

“Te alabo Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños”



“Te alabo Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños” (Lc 10, 21-24). Estremecido de gozo por el Espíritu Santo, Jesús alaba al Padre por haber “ocultado estas cosas a los sabios y prudentes” y por “haberlas revelado a los pequeños”.
¿Cuáles son las cosas que el Padre oculta a los sabios y revela a los pequeños? 
Las “cosas” que Dios Padre oculta a los sabios del mundo –no es equivalente a títulos académicos, ya que se puede ser un analfabeto pero al mismo tiempo ser soberbio, orgulloso, egoístas y auto-suficiente-, son las cosas suyas, las maravillas de Dios, que a los ojos de los “sabios y prudentes” mundanos, aparecen como insignificantes, como poca cosa, como algo despreciable: la gracia santificante, que como agua de manantial cristalina, pura y fresca, apaga la sed de Dios que toda alma tiene, y se derrama como de su fuente inagotable desde los sacramentos de la Iglesia, los cuales son vistos por los mundanos como algo sin valor, por lo cual no vale la pena perder el tiempo; la Eucaristía, en donde late el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, envuelto en las llamas del Amor divino, que se comunica sin reservas al alma que lo recibe con fe y con amor en la comunión eucarística, pero que para los mundanos, sabios y prudentes, es sólo un poco de pan bendecido, sin mayor valor que el de ser un símbolo de una religión atrasada, que no se adapta a los cambios modernos; la Santa Misa, que es en sí misma el mismo y único Santo Sacrificio del Calvario, renovado incruentamente bajo el velo sacramental, y que por lo tanto su asistencia equivale a asistir a la ejecución de Jesús en el Calvario, por lo que los pasos dados en dirección a la Misa son pasos dados en dirección al cielo, pero para los mundanos, es sólo un rito vacío, aburrido, penoso y fastidioso, que bien puede ser reemplazado por el fútbol, la política, las diversiones, los paseos; la confesión sacramental, tribunal de la Divina Misericordia, en el cual Dios Padre perdona todo tipo de ofensas cometidas contra su majestad, derramando sobre el penitente la Sangre de su Hijo Jesús crucificado, pero para los sabios y mundanos, se trata sólo de consejos de moral anticuada que de nada valen para los tiempos de hoy.
“Te alabo Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños”. Sólo al alma pequeña, el alma que se humilla delante de su Dios, Presente en Persona en la Eucaristía, y que se humilla delante de su prójimo, imagen viva del Dios Viviente, sólo a estas almas, pequeñas e insignificantes para el mundo, le revela Dios Padre las maravillas admirables de sus secretos absolutamente sobrenaturales.

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