domingo, 3 de febrero de 2013

“Sal de este hombre, espíritu impuro”


“Sal de este hombre, espíritu impuro” (Mc 5, 1-20). Jesús realiza un exorcismo, es decir, conjura a un demonio y le ordena imperativamente que salga del cuerpo de un poseso. Luego, al preguntarle el nombre, el demonio responde “Legión”, porque “son muchos”. De esta manera, el exorcismo inicial, en el que parecía haber un solo demonio, finaliza con la expulsión de varios demonios, los cuales terminan precipitándose en el lago después de poseer a una piara de cerdos.
El episodio demuestra la realidad de la existencia de los demonios, llamados “espíritus impuros” por Jesús, y también la existencia de la posesión diabólica, a pesar de que la teología progresista católica se empecine en negarla. Contrariando a la Revelación de Jesucristo, muchos teólogos, sacerdotes y laicos católicos niegan la existencia del demonio y por lo tanto niegan también la posesión diabólica. Las razones que aducen es que en el Evangelio se llama “posesos” a quienes en realidad son enfermos psiquiátricos o afectados por epilepsia, con lo cual demuestran una ignorancia culpable al no diferenciar un enfermo de un endemoniado.
A pesar de los intentos de la teología progresista de negar la existencia del demonio y de la posesión, esta última es una realidad innegable, toda vez que el demonio, llamado “la mona de Dios”, intenta imitarlo en la inhabitación de Cristo en el alma por la gracia santificante. En vez del alma, a la que no puede poseer, el demonio posee el cuerpo, y no por amor, sino por la fuerza, y no para donar amor, como hace Jesucristo, sino para torturar a la persona y hacerla sufrir.
“Sal de este hombre, espíritu impuro”. A lo largo de todo el Evangelio, Jesús aparece expulsando a los demonios que atormentan a los hombres, y de hecho, ha venido, según las Escrituras, para “destruir las obras del demonio” (cfr. 1 Jn 3, 8) y en este sentido, su muerte en la Cruz representa su máximo poder y acción exorcista, por cuanto representa la conjuración universal y definitiva dirigida a Satanás y a todo el infierno, conjuración por la  cual ordena, con el poder de su Sangre, que dejen libres a la humanidad y regresen al infierno. Es por esto que la Cruz es la señal más odiada por los ángeles caídos, por cuanto les recuerda su expulsión definitiva de la tierra y su precipitación para siempre en el infierno, que habrá de verificarse el Día del Juicio Final.
“Sal de este hombre, espíritu impuro”. Cristo expulsa a los demonios en el Evangelio, y da su vida en la Cruz para quitar a la humanidad del dominio del Dragón infernal; sin embargo, hoy se da una inimaginable paradoja, puesto que bajo la secta gnóstica de la Nueva Era, que prepara una iniciación luciferina planetaria, grandes masas de la humanidad se han volcado a las prácticas ocultistas, aumentando de modo alarmante la práctica del espiritismo, del esoterismo, del satanismo, y de toda clase de prácticas ocultas, llegando la inconsciencia al punto tal que el tablero ouija, elemento espiritista utilizado para hacer contacto directo con el demonio, se vende en jugueterías y supermercados como si fuera un juego para niños.
El panorama es tan desolador, al comprobar cómo inmensas masas de seres humanos se arrojan voluntariamente en brazos del demonio, que si Cristo viniese hoy, en vez de decir: “Sal de este hombre, espíritu impuro”, tendría que decir: “Hombre, aléjate del demonio”.

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