jueves, 14 de marzo de 2013

“Ustedes no conocen al que me envió”



“Ustedes no conocen al que me envió” (Jn 7, 1-2. 10, 25-30). Ante la pretensión de algunos que lo escuchan, de saber de dónde viene, Jesús les dice que no lo saben, porque sólo Él conoce al que lo envió, y lo conoce porque “viene de Él”.
         Frente a la negación de su origen divino, por parte de quienes lo escuchan –dicen que saben de dónde viene porque creen que Jesús es solo un hombre, “el hijo de José y de María”-, Jesús afirma su origen divino y celestial, porque está diciendo que viene de Dios Padre, que es “quien lo envió”. Con esto, se equipara a Dios, llamándose a sí mismo Hijo de Dios y Dios Hijo, porque el que viene del Padre es el Hijo, de condición divina igual que el Padre.
         Esta auto-revelación de Jesús como Dios es lo que enfurece a los judíos, que malinterpretan maliciosamente sus palabras, tomándolas como blasfemias, al tiempo que niegan voluntariamente, pecando contra el Espíritu Santo, los milagros que  hace Jesús, los cuales son demostrativos de su divinidad. Así, no demuestran no poseer al Espíritu Santo como fuente de sus pensamientos y de sus deseos, sino que demuestran poseer pensamientos y deseos homicidas, comunicados por el Ángel caído, que es “homicida desde el principio”.
         El evangelista es muy explícito en cuanto a estas intenciones homicidas de los judíos: “Los judíos intentaban matarlo”.
         Lo mismo sucede entre el mundo y la Iglesia: el mundo, convertido en Reino de Satanás por la doble acción conjunta del “Príncipe de las tinieblas” y los hombres perversos unidos y cooperantes con él, desea destruir a la Iglesia con todos los medios posibles, porque las tinieblas no soportan la presencia de la luz. Por ese motivo la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesús, está llamada también a sufrir la Pasión, como Jesús, para luego resucitar junto con Él.
         Por la Cuaresma, el bautizado participa, a través del misterio de la liturgia y del tiempo litúrgico cuaresmal, de la Pasión del Señor. El bautizado debe, por lo tanto, intensificar su oración, su penitencia y su caridad, como modos de unión mística y espiritual con Cristo que, en el misterio de los tiempos, continúa su Pasión redentora.
         El sentido último del tiempo de Cuaresma no es la mera ocasión para hacer penitencia según el calendario: es el momento del año litúrgico en el que Cristo concede la gracia de participar de su Pasión redentora a quien libre y voluntariamente se une a Él en el Camino Real de la Cruz.
         Sólo quien libremente carga su Cruz todos los días y lo sigue por el Via Crucis, el Camino de la Cruz, hacia el Calvario, para ser crucificado con Él, sabe, porque se lo ha dicho el Espíritu Santo en Persona, quién es verdaderamente Cristo. Quien carga la Cruz de todos los días y lo sigue camino del Monte Calvario, ése sí conoce a Cristo, porque el Espíritu Santo se lo ha revelado.

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