sábado, 24 de agosto de 2013

"Traten de entrar por la puerta estrecha"


(Domingo XXI - TO - Ciclo C - 2013)
"Traten de entrar por la puerta estrecha". Ante la pregunta de un doctor de la Ley, acerca de si es verdad que "los que se salvan son pocos", Jesús no le responde directamente, sino con una parábola que va mucho más allá de lo que quiere saber el doctor de la ley. La parábola describe la siguiente situación: una casa, en la que se celebra un banquete, y por lo tanto hay luz, alegría y un ambiente de pacífica fiesta; un dueño de casa, que en un momento determinado "se levanta y cierra la puerta", impidiendo así la entrada, de modo definitivo, de "muchos" que no entrarán nunca a su casa; en contraposición al ambiente de paz y de alegría que reina en la casa, "afuera" de la misma, se vive un clima horrendo: hay "llanto y rechinar de dientes"para los que quedan afuera, lo cual da indicio de que son agredidos por una fuerza maligna -tal vez bestias salvajes- que les provocan terribles heridas, al punto de provocar, precisamente, el llanto y el rechinar de dientes, a causa del dolor; el grupo de personas que queda fuera de la casa, en las tinieblas, es un grupo especial: conocen al dueño de casa -"Hemos comido y bebido contigo" y "Has predicado en nuestras plazas"- y lo llaman "Señor", pidiéndole que les permita pasar, pero el dueño sorpresivamente les dice que "no los conoce"; el otro elemento presente en la parábola es la misteriosa puerta de entrada a la casa: es el único lugar por el cual se accede a la casa, a la par de que es muy estrecha, lo cual hace difícil su franqueo; al parecer, el dueño de casa está esperando una señal para "levantarse y cerrar la puerta"; por último, Jesús dice, con respecto a esta casa y su ingreso, que "los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos".
¿Por qué Jesús responde con esta parábola y qué quieren decir sus elementos? 
Porque con la parábola Jesús responde a algo más profundo que simplemente saber si salvan muchos o pocos, sino que abarca el tema de cómo salvar el alma.
La parábola se refiere a dos cosas distintas: al día de la muerte de cada persona en particular -día en el que el alma recibe el juicio particular-, como así también el día del Juicio Final.
Interpretando a la parábola en el segundo sentido, podemos tratar de dilucidar qué realidades sobrenaturales representan sus distintos elementos: la casa es la Casa del Padre, es decir, el Reino de los cielos; en la misma hay un ambiente de paz, de felicidad y de fiesta, porque en el Cielo está Dios, que es la fuente de la alegría, del amor y de la paz, y la fiesta es una fiesta de bodas, organizada por el Padre para su Hijo Dios, que se ha desposado en nupcias místicas con la humanidad, en la Encarnación; el dueño de casa que "se levanta y cierra la puerta", es el Último Día de la humanidad, el Día del Juicio Final -el Día de la ira de Dios-, en el que finalizará el tiempo humano, para dar lugar a la eternidad, la cual será de alegría para unos, y de dolor para otros; el lugar "fuera de la casa", en donde hay "llanto y rechinar de dientes", es el infierno, en donde los condenados quedarán librados, sin protección divina de ninguna clase, a la malicia, odio y perversidad de los demonios, los cuales provocarán heridas y dolores lacerantes a los condenados, en un clima de oscuridad, terror y pánico, que no finalizará nunca; los condenados, los que quedan fuera de la casa, son los malos cristianos: son cristianos, porque conocen al dueño de la casa, ya que asistían a Misa -"Hemos comido y bebido contigo"- y escuchaban la Palabra de Dios -"Has predicado en nuestras plazas"-, pero son malos, en el sentido de que a pesar de asistir a Misa y comulgar y escuchar la Palabra de Dios, no han obrado el bien y, por el contrario, han obrado el mal, lo cual ha provocado el cansancio y hastío del dueño de casa, que harto de la impenitencia de estos malos cristianos, ha decidido cerrarles la puerta de entrada para siempre; el dueño de casa, Dios Padre, no los conoce, porque están en pecado mortal, es decir, no están en estado de gracia y por lo tanto no poseen la imagen de su Hijo Jesús en ellos, lo cual hace que los desconozca; la puerta de entrada, el único lugar por el que se puede acceder a la casa, es la Cruz de Jesús: el único camino de salvación es Jesús crucificado, y esto hace que aquel que rechaza y desprecia la Cruz, vea negado para siempre su ingreso en el Reino de los cielos; finalmente, los "últimos" que son "primeros", son los buenos cristianos que, para el mundo, son últimos -el mundo rechaza e ignora a Cristo y por lo tanto también a aquellos que buscan imitarlo-, mientras que los "primeros" que son "últimos", son los cristianos malos, mundanos, que no viven en estado de gracia a causa de su mundanidad y, por lo tanto, son desconocidos por Dios, quien no les permite la entrada en el Reino de los cielos, convirtiéndose así en últimos.
"Traten de entrar por la puerta estrecha". El Evangelio de hoy nos advierte acerca de la necesidad imperiosa de tomar la Cruz de cada día y seguir a Jesús por el Camino Real del Calvario, para así poder entrar al Reino de los cielos. La "puerta estrecha" es la Cruz de Jesús, y solo a través de ella puede el alma salvar su alma y entrar en la Casa del Padre para participar, por toda la eternidad, de la fiesta de bodas de su Hijo Jesús con la humanidad.

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