domingo, 8 de septiembre de 2013

"Los escribas y los fariseos querían encontrar algo de qué acusarlo"

         

       "Los escribas y los fariseos querían encontrar algo de qué acusarlo" (Lc 6, 6-11). Mientras Jesús se compadece de un hombre que tiene la mano paralizada, los escribas y fariseos, hombres religiosos, desprecian el gesto de misericordia de Jesús y se concentran en las supuestas faltas legales que pueda hacer, para tener "de qué acusarlo". Detrás de este gesto doblemente maligno -impiadoso para el hombre enfermo, porque no les interesa su curación, y agresivo hacia Jesús, porque quieren acusarlo-, se encuentra el Príncipe de las tinieblas que, sabiendo quién es Jesús, lanza en su contra a hombres que aparentan ser religiosos por fuera, pero que destrozan a su prójimo con sus actos malintencionados. En el fondo, el ataque del demonio es contra Dios, representado en el hombre con la mano paralizada, puesto que el prójimo es imagen de Dios -en este caso, el hombre con la mano paralizada-, pero es también un ataque contra Dios en Persona que se ha encarnado, en la Persona del Hijo, en Jesús de Nazareth.
          Muchos cristianos, en la Iglesia, repiten el gesto malintencionado de los escribas y fariseos: mientras aparentan piedad y devoción por fuera -pues asisten a Misa, se confiesan y comulgan-, no dejan sin embargo de tramar contra el prójimo, murmurando contra él y buscando su daño de múltiples maneras, contradiciendo así a la condición de cristianos, que debe caracterizarse por la compasión y la misericordia, y haciéndose merecedores del calificativo de "hipócritas" dado por Jesús en persona a quien, aparentando ser religioso, se comporta con falsedad.
          Muchos en la Iglesia imitan a los escribas y fariseos y se convierten en aliados conscientes e inconscientes del Príncipe de las tinieblas, toda vez que murmuran contra el prójimo, atribuyéndole malicia y negando la misericordia.

          "Los escribas y los fariseos querían encontrar algo de qué acusarlo". Como cristianos, debemos cuidarnos mucho de enjuiciar a nuestro prójimo y de faltar a la caridad y a la compasión, porque la hipocresía religiosa es una de las cosas que más aleja al alma de Dios, y la aleja tanto más, cuanto más aparenta el alma ser devota y practicante de la religión.

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