miércoles, 9 de octubre de 2013

“Les aseguro que le dará lo que le pide, por su insistencia”


“Les aseguro que le dará lo que le pide, por su insistencia” (Lc 11, 5-13). Con la parábola de un hombre que concede a su amigo el pan que le pide no por su amistad sino por su insistencia, Jesús nos enseña cuáles deben ser las condiciones de la oración: perseverante –el amigo insiste e insiste, hasta que consigue lo que pide-, confiada –sabe que su amigo le dará lo que solicita-, a tiempo y a destiempo –acude cuando su amigo está descansando, y no cesa en su pedido hasta que obtiene lo que quiere-.
Debemos vernos en ese amigo insistente, en nuestra relación con Dios, y así como es ese amigo, así debemos ser nosotros con Dios, por medio de la oración, sabiendo que Dios siempre nos escucha, pero que quiere sentir nuestra voz y quiere sentirla muchas veces y por eso nuestra oración debe ser continua, perseverante, constante, y confiada, porque es un Dios de infinita bondad que no dejará jamás de darnos lo que le pidamos y sea conveniente para nuestra salvación.
Pero en la imagen del hombre que acude a golpear la puerta de su amigo para pedirle pan, si bien debemos vernos a nosotros mismos en nuestra relación con Dios por medio de la oración, como acabamos de decir, podemos ver también, paradójicamente, a Dios, que quiere entrar en comunión con nosotros, y lo quiere hacer a través de la comunión eucarística. En efecto, en el Apocalipsis, Jesús dice: “He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre, entraré y cenaré con él y él conmigo” (3, 20). En el Apocalipsis, esta relación se invierte, y ya no somos nosotros los que, como mendigos, golpeamos a las puertas del Corazón de Dios, pidiendo por el Pan de su Palabra, sino que es Dios mismo quien, como mendigo, golpea las puertas de nuestros corazones, pidiendo entrar para alimentarnos con el Pan de Vida eterna, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
“Les aseguro que le dará lo que le pide, por su insistencia”. Si en la oración Dios nos dará lo que le pedimos a causa de nuestra insistencia, Dios también está seguro de que, si Él insiste, golpeando a las puertas de nuestros corazones, día a día, queriendo entrar en ellos por la Eucaristía, para darnos el Pan de su Amor eterno, llegará algún día en que verdaderamente le abriremos la puerta de nuestras almas y le daremos lo que pide con insistencia: nuestro amor.

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