miércoles, 6 de noviembre de 2013

“Ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”


“Ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena” (Lc 14, 15-24). Jesús narra una parábola en la que un hombre rico decide organizar un banquete y, cuando ya está listo, envía a sus sirvientes para llamar a los invitados todos los cuales, sin excepción, declinan la invitación para dedicarse a sus propios asuntos, considerados como más interesantes que el banquete. El hombre, despechado, envía nuevamente a sus sirvientes a invitar a los “pobres, lisiados, ciegos y paralíticos”, luego de lo cual, y como todavía quedan lugares en la mesa, los envía a que “inviten a la gente para que entre”, hasta que “se llene su casa”. El enojo del dueño del banquete para con los primeros invitados es tal, que decide que ninguno de estos “ha de probar su cena”.
La parábola se explica teniendo en cuenta que todos sus elementos hacen referencia a realidades sobrenaturales: el hombre que organiza un banquete, es Dios Padre, que festeja las bodas de su Hijo con la humanidad, es decir, la Encarnación; el banquete, en el que se sirven manjares exquisitos, no probados jamás en banquetes de la tierra –Carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo, Pan Vivo bajado del cielo, horneado en el Horno ardiente de caridad, el seno eterno del Padre, y Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Hombre-Dios-, es la Santa Misa; los sirvientes que salen a los cruces del camino a invitar al banquete, son los ángeles de Dios, que infunden santos pensamientos sobre la necesidad de asistir a Misa los domingos; los primeros invitados, los que rechazan el banquete prefiriendo sus asuntos –comprar, casarse-, son los cristianos neo-paganos que, invitados a Misa por la fe de la Iglesia, prefieren los domingos asistir a espectáculos de toda clase –deportivos, musicales, políticos, etc.-, despreciando así el banquete del Padre; el segundo y tercer grupo de invitados –ciegos, paralíticos, pobres, y luego la “gente” en general- son quienes no recibieron el don del bautismo ni de la fe y por eso desconocen qué es la Misa, pero una vez anoticiados, es decir, una vez que recibieron la gracia de la conversión, no dudan en asistir a la Santa Misa toda vez que pueden.

“Ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”. Debemos estar muy atentos, para no solo no escuchar la recriminación de parte de Jesús, sino para no perder oportunidad de asistir a la Santa Misa, el Banquete celestial que Dios Padre organiza para sus hijos pródigos.

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