viernes, 27 de diciembre de 2013

Fiesta de La Sagrada Familia de Jesús, José y María




(Ciclo A – 2013)
         Luego del Nacimiento del Niño Dios, el matrimonio legal entre José y María se convierte en “familia”, quedando así constituida la “Sagrada Familia de Nazareth”. Aunque pareciera, al ser vista con los ojos y la razón humana, ser una familia más entre tantas –está formada por un padre y esposo, José, por una madre y esposa, María, y por un hijo, Jesús-, la Sagrada Familia de Nazareth no es “una familia más”, sino la Familia por excelencia, la Familia deseada por Dios como modelo de toda familia cristiana, porque no solo está constituida según el designio original y primigenio divino –un padre-varón, una madre-mujer, y un hijo que nace como fruto del amor esponsal, aunque en este caso los esposos sean solamente legales-, sino porque esta familia está re-creada por la Gracia y el Amor Divinos, de modo que todo en ella es santidad y amor.
Por este hecho, la Sagrada Familia de Nazareth es el modelo de santidad y de amor en el que debe reflejarse toda familia católica, al punto que ninguna familia puede corresponder a los designios de Dios, sino es en reflejo e imitación de la Familia Santa de Jesús, José y María.
La Sagrada Familia es modelo de santidad y amor porque, según el Santo Padre Juan Pablo II, es la “Trinidad terrena” que prolonga y continúa, en la tierra y en el mundo de los hombres, a la Trinidad celestial, la Familia constituida por las Tres Divinas Personas. En cuanto “Trinidad terrena”, la Sagrada Familia constituye una imagen de la Santísima Trinidad, siendo San José, Padre casto y puro, representación de Dios Padre; la Virgen María, Inmaculada y Santa, representación de Dios Espíritu Santo, y Jesús, que no es representación de nadie, sino que es Él mismo Dios Hijo, encarnado, sin dejar de ser Dios, tan Dios como el Padre y el Espíritu Santo.
         La Sagrada Familia de Nazareth es modelo insustituible para toda familia católica que quiera vivir santamente esta vida terrena y que quiera alcanzar el Reino de los cielos en la otra vida. En esta Familia Santa, todo es santidad y amor y nada se rige, entre sus integrantes, sin la santidad divina y sin que el Amor de Dios todo lo permee, lo penetre, lo informe, lo eleve, lo endulce y lo sublime.
         En esta Familia Santa todo es santo: es santo el Padre adoptivo de Jesús y Esposo legal de María Virgen, San José, porque sin la santidad que viene de Dios, San José no habría podido ser ni esposo casto de María, ni padre adoptivo de Jesús; es santa la Madre de Jesús y Esposa legal de San José, María Santísima, porque Ella fue concebida no solo sin mancha de pecado original, sino inhabitada por el Espíritu Santo y en Gracia; es santo –tres veces santo- el Hijo nacido de las entrañas purísimas de María Virgen y adoptado como hijo por San José, Jesús, y es Tres veces Santo porque Él es Dios encarnado. En la santidad de la Familia Santa de Nazareth, encuentra toda familia católica el camino a seguir si quiere llegar al cielo, y es el de vivir, todos sus integrantes, santamente, evitando el pecado aun a costa de la propia vida, si fuera necesario –“preferiría haber muerto que haberos ofendido”, dice la oración de arrepentimiento del sacramento de la penitencia-, y conservando e incrementando, día a día, hora a hora, minuto a minuto, la vida de la gracia que se nos comunica por los sacramentos.


En esta Familia Santa todo está regido por el Divino Amor: es el Amor de Dios, casto y puro, el que impregna el corazón de San José, infundiéndole de su castidad y pureza; es el Amor de Dios, Inmaculado y Santo, el que inhabita en el Inmaculado Corazón de la Madre de Dios, María Santísima; es el Amor de Dios, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, expirado por el Padre y el Hijo, el que late en el Sagrado Corazón de Jesús, el Hijo de la Sagrada Familia. Y como el Divino Amor está presente en las Tres Personas de la Trinidad terrena, Jesús, José y María, nada hay en esta Familia que no esté originado, regido y orientado por el Divino Amor y para el Divino Amor. Así, las relaciones cotidianas entre los esposos y entre los padres y el hijo, están permeadas por el Amor, y como “amar es desear el bien de aquel a quien se ama”, todos procuran el mayor bien que una persona pueda poseer en esta vida, y es la posesión de la gracia y del Amor de Dios en el corazón. Así, se viven las virtudes humanas y sobrenaturales en un grado máximo, a cada instante y en todo instante: la paciencia, la mansedumbre, la fortaleza, la laboriosidad, y todos los miembros de la Sagrada Familia se brindan unos a otros aquello que sobreabunda en sus almas santas: paz, alegría, amor, santidad, comprensión, paciencia, caridad. Quien ama no solo evita el más mínimo daño a aquel a quien ama –un enojo, una impaciencia-, sino que busca en todo hacer agradable la vida de quien ama, y por eso se esfuerza por vivir la paciencia, por transmitir paz, por comunicar afecto, por sacrificarse en pos de los demás, olvidándose de sí mismo. Es esto lo que hacían cotidianamente los integrantes de la Sagrada Familia, y por este motivo, toda familia católica debe contemplar a la Familia Santa de Nazareth y tomar de ella lo que en ella abunda, para aplicarla en la vida cotidiana, para que la vida de todos los días sea vivida en la santidad y en el amor, como anticipo de la vida de santidad y amor que espera a toda familia en el Reino de los cielos.
Toda familia católica está llamada a la santidad y al amor, pero la única manera de responder a este llamado, es contemplando e imitando a la Sagrada Familia de Jesús, José y María.

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