miércoles, 1 de abril de 2015

Jueves Santo de la Cena del Señor


La Última Cena, el anticipo incruento y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, 
y la Primera Misa.

(2015)
         “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos, los amó hasta al fin” (Jn 13, 1-15). El Jueves Santo, en la Última Cena, Jesús sabe, en su omnisciencia divina, que ha llegado su “Hora”, la “hora de pasar de este mundo al Padre”, la Hora del Calvario, la Hora de la cruz, la Hora de su sacrificio como Víctima Inocente, inmolada en el ara de la cruz, por la salvación de la humanidad. En la Última Cena, Jesús sabe que la Hora de su paso al Padre, la Pascua –eso significa “Pascua”, “paso”-, se aproxima, y por eso, porque sabe que llega a su fin su vida en la tierra -porque habrá de morir en la cruz para dar vida a quienes están muertos por el pecado-, realiza el supremo acto de amor anticipando sacramentalmente, en la Cena Pascual, el sacrificio de la cruz, entregando su Cuerpo en la Eucaristía y convirtiendo la substancia del vino pascual, servido en la cena, en su Sangre. Antes de partir “de este mundo al Padre”, es decir, antes de subir para morir en el leño ensangrentado de la cruz, Jesús anticipa, en la Última Cena, el sacrificio que habrá de realizar en el Monte Calvario y obra sacramentalmente lo mismo que habrá de realizar, cruentamente, en el Monte Calvario, sobre la cruz: así como en el Monte Calvario entregará su Cuerpo en la cruz y derramará su Sangre, así en la Última Cena, entregará su Cuerpo en la Eucaristía y vertirá su Sangre en el cáliz, convirtiendo las substancias del pan y del vino, por la potencia del Divino Amor espirado por Él, en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
“Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos, los amó hasta al fin”. En el fin de su vida terrena, Jesús “ama a los suyos hasta el fin”, y la muestra de su amor hasta el fin, es que no solo se queda en la Eucaristía, a pesar de que morirá en la cruz, sino que, para asegurarse de que permanecerá “con los suyos hasta el fin del mundo” (cfr. Mt 28, 20), instituye al mismo tiempo el sacerdocio ministerial, consagrando a sus Apóstoles como sacerdotes, para que por medio del misterio de la liturgia eucarística de la Santa Misa, Él pueda obrar, a lo largo de los siglos, y hasta el fin de la historia, por medio de los sacerdotes, lo mismo que hizo en la Última Cena y en el Santo Sacrificio de la Cruz: entregar su Cuerpo y derramar su Sangre para la salvación de los hombres.

“Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos, los amó hasta al fin”. La Última Cena, el Santo Sacrificio de la Cruz y la Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, están unidos por un mismo y único Amor, el Amor de Jesús “hasta el fin”, el Amor que lo llevó a entregar su Cuerpo como Pan Vivo bajado del cielo y a derramar su Sangre en el cáliz, como el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, y es el mismo Amor que se dona en su totalidad en cada comunión eucarística, en su Sagrado Corazón Eucarístico. Es por esto que Jesús no solo “nos amó hasta el fin” en la Última Cena y en la Cruz: nos continúa amando y nos “ama hasta el fin” en cada Santa Misa, porque cada Santa Misa renueva el don de la Eucaristía, que contiene la infinita plenitud del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. Así como "nos amó hasta el fin" en la Última Cena, Jesús “nos ama hasta el fin” en cada Eucaristía; por eso mismo, debemos preguntarnos por qué nosotros no hacemos lo mismo con Él en cada comunión eucarística y por qué comulgamos tan distraídamente y por qué no somos capaces de "amarlo hasta el fin" en cada comunión eucarística; es decir, debemos preguntarnos por qué no somos capaces de amarlo en la comunión eucarística así como Él nos amó en la Última Cena.

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