miércoles, 21 de octubre de 2015

“Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas”


“Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas” (Lc 12, 35-38). Jesús nos advierte que, como cristianos, tenemos que “estar preparados” y para ello, utiliza la imagen de unos sirvientes que, en vez de ir a descansar están, en horas de la madrugada, esperando que regrese su patrón, que debe regresar de unas bodas. En la imagen que utiliza Jesús, el servidor “feliz” –y por lo tanto, el prototipo del cristiano- es el que está despierto, tiene sus vestiduras ceñidas, su lámpara encendida y, sobre todo, el ánimo de servir a su señor, no importa la hora a la que regrese. Al servidor a quien el señor lo encuentre así, velando, el mismo patrón o dueño hará algo inusitado, inesperado: él mismo “se pondrá a servirlo”.
Ante esta parábola, debemos preguntarnos: ¿para qué debemos prepararnos? ¿Qué significado tienen los distintos elementos de la parábola? Para responder a estas preguntas, hay que considerar que cada elemento de la parábola representa una realidad sobrenatural.

El dueño o patrón que ha acudido a una fiesta de bodas, es el mismo Jesucristo, y la fiesta de bodas es la Encarnación, por cuanto Dios Hijo, al encarnarse, se convierte en Esposo de la Humanidad y luego, al donar su gracia de modo individual, cada alma se convertirá en Esposa mística del Cordero; la noche, hasta la medianoche o hasta el alba, es decir, la hora en la que regrese el dueño de la boda, representa ya sea el fin de la vida terrena de cada hombre –su muerte temporal- o bien el Día del Juicio Final, en el que terminará la historia humana y el tiempo, para dar inicio a la eternidad; los servidores que esperan al amo, son los cristianos que, movidos por la fe, esperan en Jesucristo como su Salvador; la “preparación” de estos tales cristianos, consiste en tener siempre presente que esta vida temporal finaliza –antes o después, pero finaliza- y que luego da inicio la vida eterna y para ingresar en esta vida eterna, es que “está preparado”, es decir, está vigilante, despierto, esperando que llegue su amo en cualquier momento, porque el cristiano que espera en la vida eterna sabe que Jesucristo puede llamarlo ante su Presencia en cualquier momento, como así también el Juicio Final puede ocurrir “a la hora menos pensada”; las vestiduras ceñidas significan el alma en gracia, el alma que está viva con la vida misma de Dios, en contraste con aquel servidor que tiene puesta la vestimenta para dormir –ausencia de la gracia- porque no espera la llegada de su señor o si la espera, le tiene sin cuidado; las lámparas encendidas significan, a su vez la luz de la fe, que permite ver con una luz aguda y penetrante la realidad de esta vida fugaz, así como la luz de la lámpara permite ver en medio de la oscuridad. Por último, dos elementos: la inusitada reacción del amo a quien encuentre en estado de vigilia, pues será el amo mismo quien “se ponga a servirlo”: es inusitada –así como la recompensa es desproporcionada- porque que el siervo esté atento a la llegada de su señor, es algo que se encuentra dentro de sus obligaciones, así como el cristiano que tiene fe en Jesucristo, movido por esta fe, espera en su Llegada: la desproporción de la recompensa habla de la generosidad de Jesús, que a aquellos que lo aman y tienen fe en Él, les da gratuitamente en recompensa la vida eterna, obtenida al precio de su Sangre en la cruz; el otro elemento es la felicidad del siervo que está atento, con las vestiduras ceñidas y con la lámpara encendida: significa la beatitud eterna en el Reino de los cielos, la contemplación y adoración, por siglos sin fin, de Dios Uno y Trino y del Cordero.

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