jueves, 2 de junio de 2016

Ama a Dios y al prójimo como a ti mismo, con el Amor del Sagrado Corazón



         Jesús da un mandamiento que, en apariencia, es el mismo que ya conocían los hebreos, ya que manda “amar a Dios y al prójimo como a uno mismo” (cfr. Mc 12, 28-34). ¿Hay alguna diferencia, o es exactamente el mismo? Hay una diferencia: en el Antiguo Testamento, el amor era el amor natural que tenemos a Dios por ser nuestro Creador y era con ese mismo amor, con el que se debía amar al prójimo y a uno mismo. En el Nuevo Testamento, el Amor es sobrenatural: brotando del Corazón mismo de Dios Trino, pasa a través del Sagrado Corazón de Jesús y, como Fuego de Amor Divino, enciende los corazones de los hombres dispuestos por la gracia, en el Amor de Dios, y es con este Amor –celestial, sobrenatural, el Amor del Sagrado Corazón de Jesús-, con el que el cristiano ama a Dios, al prójimo y a sí mismo. ¿Y dónde puede adquirirse ese Amor? Al pie de la Cruz, porque es el Amor de la Cruz, y también tomándolo de la fuente misma, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, porque ese Amor está todo contenido, en su infinitud y eternidad, en la Eucaristía. Quien no ama a Dios, al prójimo y a sí mismo con el Amor de la Cruz y la Eucaristía, no ama como Cristo, con amor sobrenatural, sino que continúa todavía anclado al Antiguo Testamento y ama con un amor puramente natural.

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