jueves, 25 de agosto de 2016

“El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes”


“El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes” (Mt 25, 1-13). Jesús compara al Reino de los cielos con un esposo que viene de sus bodas nupciales, ya entrada la noche, y cuando llega, es recibido sólo por cinco de las diez vírgenes, porque son las únicas que tienen aceite para alumbrarse en la noche y ver cuando el esposo llegue; una vez que llega, el esposo entra en la casa con las vírgenes prudentes, mientras que a las necias las deja afuera. Una vez más, aquí tenemos que ver, en esta parábola de Jesús, cuáles son las realidades sobrenaturales representadas en la misma. El Esposo que regresa ya entrada la noche es Jesucristo, que es llamado “Esposo” de la Iglesia Esposa y, por la Encarnación del Verbo con la humanidad, Esposo de las almas; la noche, representa el estado del mundo y de las almas al momento del regreso de Jesús para el Día del Juicio Final: la noche representa la ausencia de fe en las almas, y es por eso que Jesús pregunta: “Cuando regrese el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”; se está refiriendo a un estado de ateísmo generalizado en la humanidad, que habrá suplantado a Dios por el hombre en su corazón; las vírgenes representan a las almas; las lámparas con aceite y con llama encendida por la mecha, significan a las almas en estado de gracia santificante –el aceite-; con su humanidad casta y pura, que es la mecha limpia que con su pureza permite la circulación del aceite para luego inflamarse con el fuego; y con la luz de la fe –que es lo que significa la llama de la lámpara-; la casa en donde entra el Esposo con las vírgenes prudentes, significa la Casa del Padre, el Reino de los cielos, y el ambiente de fiesta y alegría pura que se vive en ella, significa la alegría que experimentan los bienaventurados en el cielo por la contemplación de Dios Trino y el Cordero. A su vez, las vírgenes necias, que no tienen aceite porque, por pereza, se durmieron y no fuero a “proveerse de aceite”, significan las almas que, por pereza espiritual, descuidaron el estado de sus almas y, cayendo en el sopor de la indiferencia, fueron cometiendo pecado venial tras pecado venial, hasta el pecado mortal, que es lo que significa las lámparas sin aceite, porque el alma no tiene la gracia y tampoco la ilumina la luz de la fe; el hecho de que la “puerta se cierra”, quedándose ellas afuera de la sala nupcial, significan las almas que, al morir en pecado mortal, quedan irremediablemente afuera del Reino de Dios.
Nuevamente, Jesús nos advierte: “Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”. Seamos como las vírgenes prudentes, es decir, que nuestras almas estén llenas con el aceite de la gracia y que la luz de la fe en Cristo Jesús nos ilumine en las siniestras tinieblas en las que el mundo sin Dios se ha sumergido, para que cuando llegue el Esposo, Nuestro Señor Jesucristo, salgamos a su encuentro y seamos llevados al salón nupcial, el Reino de Dios.


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