miércoles, 26 de octubre de 2016

“Cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, será el llanto y rechinar de dientes”


“Cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, será el llanto y rechinar de dientes” (Lc 13, 22-30). Preguntan a Jesús si es verdad que “son pocos los que se salvan”, por lo que la respuesta de Jesús está inequívocamente unida a su Segunda Venida, al Día del Juicio Final, la severidad del castigo divino y al destino eterno de las almas.
Para ampliar su respuesta, Jesús utiliza la imagen de un “dueño de casa” que, en apariencia, está descansando y que, de improviso, “se levanta y cierra la puerta” de su casa; es evidente que había gente entrando y gente por entrar, porque luego que cierra la puerta, para quienes quedan fuera de la casa, comienza el “llantos y rechinar de dientes”, y estos son los que “obraron el mal”, a quienes el dueño de casa no quiere con él.
¿De qué se trata esta imagen? Lo sabremos si consideramos que cada elemento de la misma se refiere a una realidad sobrenatural: el dueño de casa es Él, Jesucristo, el Hombre-Dios, que ha de venir a “juzgar vivos y muertos” al final de los tiempos; el hecho de “cerrar la puerta” indica la finalización del tiempo y de la historia humanos, que dan comienzo a la eternidad, y el que se levante el dueño y repentinamente la cierre, significa que el Día del Juicio Final será imprevisto, puesto que “el día y la hora nadie lo sabe, ni el Hijo del hombre”; la casa es el Reino de los cielos; el exterior de la casa, adonde quedan los malos, es el infierno; la severidad de la Justicia Divina para quienes no quisieron aprovechar la Misericordia Divina se ve en el dolor que experimentarán quienes queden afuera, porque la expresión “llanto y rechinar de dientes” no es un mero modo de hablar, sino la descripción de los efectos –llanto y rechinar de dientes- que el intensísimo dolor de los castigos del Infierno, decretados por la Justicia Divina, decreta para quienes persistieron en la malicia del pecado y rechazaron la gracia santificante.
“Cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, será el llanto y rechinar de dientes”. No sabemos cuándo ha de venir el Señor Jesús, pero al fin de cuentas, para el cristiano que vive en gracia, eso es un dato menor, porque lo que interesa es, precisamente, la vida de la gracia, que es la que permite ingresar en la “casa del dueño” de la parábola, es decir, el Reino de los cielos.

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