sábado, 13 de enero de 2018

“Éste es el Cordero de Dios”


(Domingo II - TO - Ciclo B – 2018)

“Éste es el Cordero de Dios” (Jn 1, 35-42). Juan el Bautista, que predica en el desierto el bautismo de conversión, al ver pasar a Jesús, lo señala y le da un nombre nuevo: “Éste es el Cordero de Dios”. Hasta ese momento, nadie había llamado así a Jesús. Para los demás, era “el hijo del carpintero”, “el hijo de María”, “uno de nosotros”, pero no “el Cordero de Dios”. ¿Por qué razón Juan el Bautista nombra a Jesús con este nombre nuevo? Ante todo, no es un nombre impuesto por el Bautista, ni por ningún hombre ya que le corresponde a Jesús por conquista y por naturaleza: por conquista, porque Jesús, siendo Dios omnipotente, se comporta sin embargo en la Pasión con toda mansedumbre y humildad, venciendo así a la furia homicida del hombre pecador y del Ángel caído; por naturaleza, porque es Dios en Persona –es la Segunda Persona de la Trinidad- y en cuanto Dios, es la paz en sí misma y es la paz que da al hombre –“Os doy mi paz, no como la da el mundo”- luego de vencer al pecado, a la muerte y al demonio en la cruz. Entonces, por la mansedumbre, la humildad y la paz que brotan de su Ser divino trinitario y se manifiestan en toda su vida terrena y sobre todo en la Pasión, es que Jesús merece el título de “Cordero de Dios”. Pero hay una razón más por la cual es el Bautista el que da este nombre nuevo a Jesús, es que el Bautista está iluminado por Dios Padre, quien lo ilumina con el Espíritu Santo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo” (cfr. Jn 1, 32) y el que bautiza con el Espíritu Santo es el Cordero de Dios, y esa es la razón por la cual Jesús recibe este nombre de parte de Juan el Bautista.

“Éste es el Cordero de Dios”. El cristiano está llamado, en el desierto de este mundo y de esta vida terrena, a continuar la misión del Bautista y esta misión se cumple cuando, contemplando la Eucaristía e iluminado por el Espíritu Santo, el cristiano exclama: “Éste es el Cordero de Dios”. La Eucaristía es Jesús, el Cordero de Dios, el mismo señalado por el Bautista en el desierto, el mismo Cordero que ofrendó su vida en la cruz por nuestra salvación, el mismo Cordero que, sentado a la derecha del Padre, recibe todo el honor, el amor, la adoración, la gloria y la majestad, por parte de los santos y ángeles, por la eternidad, en el Reino de los cielos.

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