miércoles, 21 de febrero de 2018

“A esta generación malvada no se le dará otro signo que el de Jonás”



“A esta generación malvada no se le dará otro signo que el de Jonás” (Lc 11, 29-32). Jesús es muy explícito: “Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación”. Es decir, Jonás fue un signo enviado por Dios a los ninivitas para que estos se arrepintieran y cambiaran de vida, de la vida de pecado, a la vida de la observancia de los Mandamientos de la Ley de Dios. Los ninivitas creyeron en la predicación de Jonás, se convirtieron y así evitaron el castigo divino. De la misma manera, para toda la humanidad, no habrá, hasta el fin de los tiempos, otro signo divino que Jesús crucificado. Quien contemple a Jesús en la Cruz, no tendrá otro signo que lo llame a la conversión y al cambio de corazón, porque Jesús está en la Cruz a causa de nuestros pecados. Si nosotros, contemplándolo a Él, el Cordero de Dios, que muere por nuestra salvación, no nos decidimos a cambiar de vida y elegimos continuar en la vida de pecado, no tendremos otro signo. Ese signo, desde Jesucristo, es la Santa Misa, porque en la Santa Misa se renueva, de modo incruento y sacramental, el Santo Sacrificio de la Cruz. Si nosotros abandonamos la Misa o asistimos a ella como si fuera un mero convite y no el sacrificio del Cordero en la Cruz, no tendremos más signos para nuestra conversión. Muchos desprecian la Misa, sin darse cuenta de que desprecian la Cruz, que es el único signo dado por Dios para nuestra conversión y salvación. No se nos dará otro signo para que nos convirtamos y volvamos a Dios, que la Santa Cruz y la Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz.

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