miércoles, 7 de febrero de 2018

“Es del corazón de los hombres, de donde provienen toda clase de malas intenciones"



“Es del corazón de los hombres, de donde provienen toda clase de malas intenciones (…) Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre (…) Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos” (Mc 7, 14-23). Jesús declara “puros” todos los alimentos, con lo cual no tienen sentido la clasificación de alimentos puros e impuros que hacen los judíos, y también caen por irracionales, las falsas propuestas en las que se basan ideologías sectarias anti-cristianas como el veganismo. Algo similar le sucedió luego a Pedro y, para sacarlo de su error, es que Dios le hace ver, en una visión, que todos los alimentos eran puros y que “no debía él llamar impuro a lo que Dios había purificado”. Además, en relación a los animales –vacas, cerdos, ovejas, etc.-, en la visión se le dice: “Mata y come” (cfr. Hech 10, 13), por lo cual no tiene sentido privarse de la alimentación que proviene de los animales, tal como lo proponen judíos, musulmanes, veganos y muchas otras sectas también. En el fondo, se trata de un rechazo a la redención de Jesucristo; no es un tema científico, sino religioso, porque al rechazar la redención de Jesucristo, se rechaza lo que Él ha purificado con su Sangre en la cruz –todo lo bueno de la naturaleza humana y de la Creación-. Mantener, de modo terco y necio, la clasificación de alimentos en puros e impuros, es contrario no solo a la mentalidad científica, sino también es contrario al valor salvífico del Sacrificio en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, además de considerar, de modo soberbio, que el hombre el que determina lo que es puro e impuro, trasladando artificialmente la impureza a lo externo al hombre –los alimentos, en este caso- y dejando de considerar aquello que verdaderamente hace impuro al hombre, como lo es el pecado que anida en su corazón, tal como lo revela Nuestro Señor Jesucristo: ““Es del corazón de los hombres de donde provienen toda clase de malas intenciones (…) Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre”.

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