sábado, 21 de julio de 2018

“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”



(Domingo XVI - TO - Ciclo B – 2018)

“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Mc 6,30-34). Jesús ve a la muchedumbre y se compadece de la multitud porque “estaban como ovejas sin pastor”. La imagen de un redil de ovejas sin pastor es la que mejor grafica la terrible realidad de la humanidad caída en el pecado original desde Adán y Eva. Como ovejas sin pastor, desamparadas frente al lobo, hambrientas, sedientas, a punto de morir por falta de quién las conduzca a los pastos y aguas frescas, así es la terrible condición de la raza humana desde la caída de Adán y Eva a causa de haber desoído la voz de Dios y haber oído y obedecido a la Serpiente Antigua, Satanás y esta situación es la de toda la raza humana, hasta la llegada del Buen Pastor, Jesucristo. Desde el pecado original y convertida en enemiga de Dios a causa del mismo, la raza humana se encuentra sola, abandonada a su suerte, acechada por el enemigo de las almas y sometida a toda clase de males. El pecado original ha provocado la enemistad con Dios, la pérdida del Paraíso, la pérdida de la  inmortalidad y de los dones preternaturales, además de la entrada de la enfermedad, el dolor, la muerte, la discordia, la dificultad para conocer la Verdad y para hacer el Bien, además de dejar a la humanidad inerme frente al Lobo infernal que, arrojado del Cielo[1] porque nada tenía hacer allí como “Padre de la mentira” (Jn 8, 44) y “homicida desde el principio” (Jn 8, 39-59), fue precipitado a la tierra, en donde “anda rugiente como león buscando a quién devorar” (cfr. 1 Pe 2, 58).
         Ésa es la situación que ve Jesús: ve a la multitud inerme, como ovejas sin pastor; la ve enferma, débil, acechada por el enemigo de las almas y por eso se compadece de ella y comienza a enseñarles cuál es el camino de la salvación.
         Jesús es el Buen Pastor y es Él el que, con el cayado de la cruz, baja no desde un barranco, sino desde el cielo, para cuidar del rebaño que el Padre le ha encargado, para ahuyentar al Lobo infernal, que es cobarde, porque es valiente con las ovejas inermes, pero cuando el Pastor le hace frente, huye. Él ha venido con el báculo de su cruz para derrotar para siempre al Lobo infernal, para curar a las ovejas heridas, para llevarlas al redil, a buen seguro, para conducirlas a los pastos abundantes de la gracia y al agua fresca de la Buena Noticia de la salvación.
“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor”. Pero, ¿qué es lo que le sucede a las almas cuando están sin pastor? El P. San Juan María Vianney, Patrono de los sacerdotes, tiene una expresión muy gráfica que describe qué es lo que les sucede a las almas cuando se quedan sin pastor: “Dejad a las almas sin sacerdotes y en diez años se volverán como bestias”. ¿Por qué? Porque el sacerdote, obrando en nombre de Cristo y con el poder de Cristo, les concede los sacramentos y con ellos la gracia sacramental, que es la participación a la vida divina. Por lo tanto, con el sacerdote, el alma vive una vida superior a la vida natural, vive una vida que no es simplemente buena, sino que es una vida de santidad, porque por la gracia participa de la vida misma de la Trinidad. A través del sacerdocio sacramental, las almas son capaces de vivir la vida misma de Dios Uno y Trino, una vida que es superior no solo a la del hombre, sino a la de los ángeles. Con la gracia que imparte el sacerdote, el alma se vuelve más grande y majestuosa que el más grande y majestuoso de los ángeles de Dios.
Ahora bien, sin la gracia, los hombres dejan de vivir la vida divina porque esta no les llega por los sacramentos, pero no se quedan solo en eso: comienzan a vivir una vida natural, pero como la naturaleza humana está caída a causa del pecado original, no puede perseverar en el bien sin la ayuda de la gracia y, por más buena voluntad que una alma tenga, no puede perseverar más de un año sin cometer pecado mortal, como dice Santo Tomás de Aquino, porque el alma se ve dominada por la poderosa fuerza del pecado. Y una vez cometido el pecado mortal, todo es cuesta abajo y barranco abajo, porque todo es pecado y más pecado. Por más esfuerzos que un alma buena pueda hacer, la fuerza del pecado es tan grande, que irremediablemente la arrastra al mal. Esta situación es el equivalente a una oveja que, caminando desprevenida por el borde del barranco, se despeña y cae barranco abajo, sufriendo en la caída numerosos golpes y fracturas que la dejan inmóvil y sangrante en el fondo del barranco y, de no mediar asistencia, le provocan la muerte en poco tiempo. Pero no solo eso, porque una oveja así despeñada, con las heridas abiertas y sangrantes –eso significa el pecado mortal- es fácil presa del Lobo infernal, que así como el lobo creatura es atraído por el olor de la sangre, así el Lobo infernal es atraído de inmediato por el estado pecaminoso del alma, para hacerla cometer más y más pecados y así como el lobo creatura, frente a la oveja malherida e inerme, no tiene dificultad en dar cuenta de ella clavándole sus dientes afilados en su tierna carne, destrozándola en cada dentellada, así el Enemigo de las almas, en un alma que ha perdido el horizonte de la Verdad, de los Mandamientos y de los Preceptos de la Iglesia, la hace sucumbir ante la más pequeña tentación, porque es el Padre de la mentira.
Cuando no hay pastor –sacerdote católico- en una comunidad, toda clase de males se abaten sobre ella: no solo aflora lo peor de la condición humana, porque el freno a las pasiones es la gracia, sino que las almas se desorientan y en vez de acudir a los frescos pastos y al agua fresca del manantial de vida que son los sacramentos y la Palabra de Dios, se dejan seducir por toda clase de teorías ateas, agnósticas, gnósticas, materialistas, anti-cristianas, que es lo que sucede en nuestros días con la Nueva Era y así es como comienzan a crecer las sectas, unas más peligrosas que otras, como la brujería moderna o wicca, el gnosticismo, las sectas umbandas, el interés por los ovnis, la brujería, la magia, la hechicería, y toda clase de errores, mentiras, medias verdades, herejías, cismas, que hacen que las almas pierdan el horizonte de la vida eterna y del Reino de los cielos, internándose en un mar espiritual de confusión, de error, de mentira, de falsedad, que las conduce directamente al Infierno. Ésa es la razón por la cual Cristo se compadece de la multitud, porque está “sin pastor”, y al estar sin pastor, sin sacerdote católico, toda clase de males espirituales se abate sobre las almas, que se encuentran débiles e incapaces de reaccionar por sí mismas.
“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor”. Lamentablemente, en nuestros días, o los pastores huyen o son escasos o muchas ovejas, irresponsablemente, se alejan del redil, y no se dan cuenta de que así quedan inermes y sin defensas frente al Lobo infernal.
Comentando este pasaje en el que Jesús se compadece de la multitud y luego llama a sus discípulos “a descansar” después de predicar, un monje benedictino[2], doctor de la Iglesia, dice así: “¡Si solamente la providencia de Dios hiciera lo mismo en nuestra época, y que una gran multitud de fieles se precipitara alrededor de los ministros de su Palabra para escucharlos, incluso sin dejarles el tiempo de retomar sus fuerzas! ...Si se les reclamara a tiempo y a destiempo la palabra de fe, se quemarían del deseo de meditar los preceptos de Dios y de ponerlos en práctica sin cesar, de manera que sus actos no desmentirían sus enseñanzas”. Es decir, San Beda afirma que el solo hecho de querer conocer la verdad acerca de la salvación ya es obra de Dios y que si los fieles respondieran a esta gracia, no darían literalmente tiempo a los sacerdotes para descansar, porque el solo deseo de conocer los preceptos de Dios los llevaría a querer conocer cada vez más y más todo lo relativo a la salvación, apartándose del mal camino.
Pero es un hecho que hoy, los consejeros de los gobernantes ya no son los sacerdotes, como sucedía hace siglos, sino que los consejeros de los gobernantes son los brujos y como la multitud hace lo que hacen los gobernantes, también la multitud acude en masa, en un movimiento de apostasía jamás visto, a los brujos y hechiceros, quienes son sus consejeros y ya no más los sacerdotes.
“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor”. Jesús nos está viendo, nos ve, desde la Eucaristía, pero no solo externamente, sino que nos ve desde lo más profundo de nuestro ser y ve cosas de nosotros mismos que ni siquiera sabemos que existen. ¿Qué pensaría Jesús de nosotros, de cada uno en particular? ¿Estaría satisfecho con nosotros, al comprobar que acudimos a los sacerdotes para recibir la gracia sacramental que  nos hace participar de la vida divina? O, por el contrario, ¿experimentaría la misma compasión, al ver que no acudimos a los sacerdotes, para alimentarnos de la Eucaristía dominical y que en vez de la Eucaristía, preferimos los pastos envenenados de la Nueva Era?


[1] Cfr. Ap 12, 7-8.
[2] Cfr. San Beda el Venerable, Comentario del Evangelio de Marcos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario