sábado, 4 de agosto de 2018

“Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna”



(Domingo XVIII - TO - Ciclo B – 2018)

“Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna” (Jn 6, 24-35). La multitud, que se había saciado con los panes y peces que Jesús había multiplicado milagrosamente, busca a Jesús para hacerlo rey. Pero Jesús no lo permite, porque Él no ha venido para terminar con el hambre del cuerpo; no ha venido para saciar nuestra hambre corporal; no ha venido para ser rey de la tierra. Jesús ha venido para darnos un Pan que no es de esta tierra, un Pan que viene del cielo, un Pan que no es un pan inerte, sino un Pan Vivo, que da la Vida eterna a quien lo consume en gracia, con fe y con amor. Tampoco Jesús no ha venido para ser proclamado rey de la tierra, porque Él no necesita ser proclamado rey por nadie, porque Él es Rey de cielos y tierra, por derecho propio, por naturaleza y por conquista.
Jesús se da cuenta de que la multitud no ha entendido el signo de la multiplicación de panes y peces, la cual es solo un anticipo y pre-anuncio de la multiplicación sacramental del Pan que es su Cuerpo y de su Carne que es la Carne del Cordero de Dios; Jesús se da cuenta de que quieren hacerlo rey porque han satisfecho el hambre corporal, pero no por el signo en sí mismo, que es anticipo del banquete eucarístico. Por eso les dice así: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”. Les revela sus intenciones, lo quieren hacer rey pero porque les ha saciado el hambre del cuerpo, pero no porque hayan entendido que era un signo que anunciaba la Eucaristía.
Jesús quiere saciar otra hambre, el hambre del espíritu, que es hambre de Dios. Todo hombre que viene a esta vida, aunque no lo sepa y aunque lo niegue explícitamente –como sucede en el caso de los ateos-, tiene hambre de Dios –esa hambre de Dios está impresa en el alma como un sello- y Dios se nos entrega en la Eucaristía, el Pan Vivo bajado del cielo, para saciar ese hambre de Dios. Por eso Jesús le propone a la multitud que trabajen por un Pan que es el Pan Vivo bajado del cielo, que da la vida eterna y que sacia verdaderamente el hambre espiritual: “Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre”. El “alimento que permanece hasta la vida eterna es la Eucaristía, por eso el llamado de Jesús es a trabajar en su Iglesia, por la Eucaristía y para la Eucaristía. Jesús eleva la mirada del hombre, que es puramente terrenal, horizontal, porque piensa solo en satisfacer el hambre del cuerpo y les propone que trabajen por el pan, sí, pero no (solo) por el pan terreno, sino por el Pan de Vida eterna, el Pan que Él les dará, el Pan que es su Carne, la Carne del Cordero, la Eucaristía.
Ahora la multitud sí comienza a entender lo que Jesús quiere decirles; entiende que deben esforzarse por obrar las obras de Dios para ganar el pan, pero no el pan terreno, sino el Pan de Vida eterna. Ésa es la razón por la que le preguntan qué deben hacer para ganar ese Pan de Vida eterna y Jesús les dice que lo que deben hacer es creer en Él, que es Dios Hijo encarnado: “Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que Él ha enviado”. Sin embargo, todavía no están convencidos del Pan de Vida eterna que Jesús quiere darles, porque creen que el verdadero maná es el que comieron sus padres en el desierto y por eso le exigen obras a Jesús: “Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”.
         La creencia errónea de que el maná que comieron los hebreos en el desierto es el verdadero maná, le da ocasión a Jesús para revelarse y auto-proclamarse como Pan Vivo bajado del cielo, como el Verdadero Maná bajado del cielo, enviado por el Padre para satisfacer el hambre que de Dios tiene toda alma humana: “Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Es decir, Jesús no solo les dice que no deben esforzarse por el pan terreno sino por el Pan Vivo bajado del cielo, sino que deben creer en Él y que es el Verdadero Maná bajado del cielo.
         Esta vez, la multitud sí entiende que Jesús es el Verdadero Maná bajado del cielo; esta vez la multitud sí entiende que es un pan que sacia no el hambre del cuerpo, sino el hambre del espíritu y por eso le pide a Jesús que les dé siempre de ese pan: “Señor, danos siempre de ese pan”.
         Con la respuesta que les da, Jesús les asegura que siempre tendrán ese Pan de Vida eterna, en la Eucaristía y que el coma de ese Pan saciará por completo su hambre de Dios y la sed de Amor divino que hay en el alma de todo hombre: “Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.
         Como la multitud, que entendió que lo importante no es el pan del cuerpo, sino el Pan Vivo que baja del cielo, la Eucaristía, le digamos a Jesús: “Jesús, danos siempre el Pan Vivo, tu Cuerpo y tu Sangre en la Eucaristía; haz que nunca nos falte el Pan del altar, la Sagrada Eucaristía, que sacia nuestra hambre de Dios y nuestra sed de Amor Divino”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario