La Iglesia contempla el misterio eucarístico y dice junto a Juan: "Este es el Cordero de Dios"


“Este es el Cordero de Dios” (cfr. Jn 1, 35-42). Juan ve
pasar a Jesús y lo nombra con un nombre nuevo, un nombre
que no había sido dado a Jesús por ninguno de los que lo
conocían. Quienes veían a Jesús, lo veían como a un hombre
más, como a un habitante más del pequeño pueblo de Belén.
En el evangelio lo llaman el “hijo de José, el carpintero” (cfr.
Mt 13, 55). Sin embargo, Juan el Bautista le da un nombre
nuevo: “El Cordero de Dios”.
¿Por qué Juan lo llama así? ¿Qué es lo que Juan ve y que
no ven los otros? Juan ha sido instruido por el Espíritu de
Dios: “Aquel a quien Yo te señale, ése es el Cordero de Dios,
el Mesías esperado: es Aquel sobre quien veas descender el
Espíritu” (cfr. Jn 1, 29-34).
Porque está iluminado por el Espíritu Santo, Juan el
Bautista ve en Jesús lo que nadie ve: ve en Jesús al Hijo eterno
del Padre, el Emmanuel, caminando en medio de los hombres.
Juan ve en Jesús no solo al “hijo de José, el carpintero”,
sino que ve al Hombre-Dios, Dios Hijo, que procediendo del
seno del Padre, sin dejar de ser Dios, se reviste de una humanidad
y vive entre los hombres; Juan ve en Jesús al Cordero
Inmaculado, que será inmolado en el altar de la cruz para que
los hombres, recibiendo la sangre del Cordero, reciban el
Espíritu de Dios y con el Espíritu de Dios, la filiación divina;
Juan ve en Jesús que pasa al Cordero del Apocalipsis, en el
altar de Dios, en la Jerusalén celestial, ante quien se postran
en adoración eterna los espíritus puros, los santos y los ánge-
Adoremos al Cordero
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(1)Cfr. MISAL ROMANO, Rito de la comunión, n. 133.
les de Dios (cfr. Ap 7, 9-12); Juan ve en Jesús que pasa al
Cordero Degollado del Apocalipsis, el Cordero cuya sangre
cae en el cáliz, en la misa, concediendo la vida de Dios Trino
al alma que la consume; Juan ve en Jesús que pasa “el misterio
de Dios escondido por los siglos” (cfr. Col 1, 26) y manifestado
en su encarnación.
Así la Iglesia, que posee la visión mística y contemplativa
de Juan el Bautista -quien al ver pasar a Jesús no ve a un simple
hombre, sino que exclama, lleno del Espíritu: “Este es el
Cordero de Dios”- y siendo la Iglesia la Esposa del Cordero,
lo contempla extasiada en la Eucaristía, y donde otros ven
solo un poco de pan bendecido, la Iglesia contempla el misterio
y dice: “Este es el Cordero de Dios”(1).