“Un
hombre poseía una tierra y allí plantó una viña” (Mt 21, 33-43.45-46). Para poder apreciar el contenido sobrenatural
de esta parábola, hay que tener en cuenta qué representa cada elemento de la
misma: el dueño de la viña es Dios Padre; la viña es Jesús y también la Iglesia;
los arrendatarios son el Pueblo Elegido; los enviados del dueño son los
profetas; la muerte del hijo del dueño es la muerte de Jesús en su Pasión;
aquellos a quienes el dueño le entregará la viña, luego de quitarles la viña a
los primeros arrendatarios, somos los bautizados en la Iglesia Católica. Nosotros,
los bautizados en la Iglesia Católica, somos el Nuevo Pueblo Elegido, a quienes
Dios Padre ha encargado la administración de los misterios de su Iglesia; a
quienes Dios Padre ha confiado lo más precioso que Él tiene, que es su Viña,
Cristo Jesús en la Eucaristía, y la Santa Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, para que cuidemos de estos sus dos más preciados tesoros. No nos
hagamos indignos de tan grande e inmerecido don.
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