(Domingo XX - TO - Ciclo B – 2018)
“Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida (…) Este es el pan
bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de
este pan vivirá eternamente” (Jn 6, 51-58). Los judíos se escandalizan ante las palabras de Jesús
según las cuales, si alguien quería tener vida eterna, debía comer su Cuerpo y su
Sangre. Ellos creían erróneamente que el maná que sus ancestros habían comido
en el desierto era el verdadero maná, pero Jesús les hace ver que ese maná era solo una figura y un
anticipo del Verdadero Maná, que es su Cuerpo y su Sangre: “Este es el
pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron”. Se escandalizan
también porque Jesús les revela su origen divino: como ellos lo han visto
crecer en el pueblo, piensan que es “el hijo del carpintero”, “el hijo de José
y María”, cuyos primos viven también en el pueblo y por lo tanto, no ven de qué
manera pueda Jesús haber venido del cielo: Los judíos discutían entre sí,
diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Lo
que sucede es que los judíos no tienen en sí al Espíritu Santo, que es el único
capaz de iluminar las mentes y corazones de manera tal que quien contemple a
Jesús, no contemple “al hijo del carpintero”, “al hijo de María”, sino al Hijo
de Dios Padre, al Hijo de Dios encarnado, nacido de la Madre de Dios. Solo el
Espíritu Santo puede hacer ver a un alma que cuando Jesús dice: “Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida”, no se está refiriendo a su
Cuerpo y su Sangre antes del misterio pascual de muerte y resurrección, lo cual
sería un acto de antropofagia: se está refiriendo, sí, a su Cuerpo y a su
Sangre, pero ya glorificados y contenidos en el sacramento de la Eucaristía. Jesús
les está hablando de la Eucaristía sin mencionarla, porque no es otra cosa la
Eucaristía que el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que son verdadero alimento del
alma, ya que nutren al alma con la substancia misma de Dios y con la vida
eterna de Dios Trino. Los judíos también rechazan el misterio de la Pasión y de
la cruz del Señor, de ahí que se escandalicen y no puedan comprender sus
palabras.
Al
no tener en sí al Espíritu Santo, los judíos no pueden entender las palabras de
Jesús acerca de que Él es “el Pan Vivo bajado del cielo, el Verdadero Maná que da
la vida eterna y que el coma de Él, no morirá jamás: “Jesús dijo a los judíos: “Yo
soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y
el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. El Pan que no es pan,
sino Carne del Cordero de Dios para la vida del mundo, no es otra cosa que la
Eucaristía. La Eucaristía es Jesús, Pan Vivo bajado del cielo, que da la vida
eterna al que lo consume en gracia, con fe, con amor y adoración.
Ante
la incomprensión de los judíos, Jesús no solo no se retracta, sino que
profundiza su auto-revelación como Pan de Vida eterna: “Jesús les respondió:
"Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su
sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la
verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el
Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come
vivirá por Mí”.
Los
judíos no comprenden las palabras de Jesús, pero no debemos creer que los
judíos son los únicos que no entienden el misterio pascual y las palabras de
Jesús. Muchos católicos tampoco las entienden, porque parafraseando a Jesús, Él
nos dice a nosotros: “Les aseguro que si no comen la Eucaristía, que es la
Carne glorificada del Hijo del hombre, no tendrán la vida de Dios en sus
corazones. El que come la Eucaristía come mi Carne y bebe mi Sangre y tiene en
sí la Vida eterna, porque en la Eucaristía está contenida la Vida eterna y vive
ya en germen, en esta vida terrena, la resurrección final que Yo le daré. La Eucaristía
es verdadera comida y verdadera bebida. El que come la Eucaristía permanece en
Mí y Yo en Él. así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre, de la misma manera, el que come la Eucaristía vivirá por Mí”.
Nos
preocupamos por la comida y la bebida de todos los días y todavía más, pareciera como si el aumento
del costo de la vida fuera el único y el más importante problema de nuestras
vidas. Eso sucede porque pensamos con el vientre y para el vientre; no pensamos
con el alma y para la vida eterna, porque si lo hiciéramos, nos ocuparíamos de
alimentarnos de la Eucaristía todos los días –en estado de gracia- y todo lo
demás vendría por añadidura.
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