Homilía en ocasión de la consagración o dedicación del templo parroquial
de la Parroquia San José de la Ciudad de Alberdi,
Diócesis de la Santísima Concepción,
Tucumán, Argentina.
¿Qué es o a qué se llama la “Dedicación” o “Consagración” de
un templo? Como su palabra lo indica, es la destinación de un edificio al uso
exclusivo del culto sagrado, o también la consagración, es decir, el convertir
en sagrado o perteneciente a lo sagrado, algo que antes no lo era. Antes de la dedicación o
consagración, el edificio puede ser utilizado para fines mundanos; luego de la
consagración, sólo puede ser utilizado para el culto de Dios, porque el
edificio en sí se vuelve sagrado. Esto significa que en el templo consagrado no
se pueden desarrollar tareas o actividades mundanas, porque no sólo sería
desvirtuar el fin, que es el culto de Dios, sino que sería además ofender a la
majestad de Dios, desarrollando en el templo una actividad que no es digna de
esa majestad. Como dijimos, consagrar es hacer o volver sagrado algo que antes
no lo era; el templo consagrado deja de pertenecer a los hombres, para
pertenecer a Dios. Ésa es la razón por la cual todo lo que se desarrolla en el
templo, debe ser dedicado a Dios. Las conversaciones, las posturas, la
vestimenta, deben ser acordes a la dignidad del templo y a la majestad de Dios.
Por eso no se puede hablar de temas mundanos, como la familia, el tiempo, la
economía, etc., porque no solo son mundanos, sino porque se rompe el silencio,
absolutamente necesario para que el alma pueda unirse a Dios y escuchar su voz.
En el templo solo debe reinar el silencio o sino, las oraciones sagradas o las
canciones sagradas. Con respecto a estas, existe una falsa concepción de que lo
antiguo es pasado de moda y obsoleto, mientras que lo nuevo, por ser nuevo, es
bueno. Es un grave error, porque Dios es eterno y lo que era bueno y santo en
la Antigüedad, como el canto gregoriano, lo sigue siendo y lo seguirá siendo
hasta el fin de los tiempos, porque Dios es Santo e Inmutable. Y puesto que
Dios es santo, lo que se haga en el templo debe estar dirigido a la santidad de
Dios, orientado a la santidad de Dios y causado por la santidad de Dios. Esta
es la razón por la cual en el templo sólo se pueden desarrollar actividades
litúrgicas, porque la liturgia es el modo por el cual la Iglesia, como Cuerpo
Místico, se dirige a Dios. Si en el templo consagrado sólo se deben desarrollar
actividades litúrgicas como misas, bautismos, matrimonios o sacramentos en
general, quiere decir también que cualquier actividad mundana –comer, bailar,
aplaudir, cantar canciones mundanas, etc.- implica una real profanación del
templo, por cuanto el templo está consagrado para Dios y sólo para él. La
actividad mundana puede ser de tal magnitud, que el templo puede ser declarado
como des-consagrado, con lo cual en ese caso, el templo debería ser consagrado
nuevamente. Es lo que sucedió y sucede en regímenes comunistas, por ejemplo, en
los que los templos son confiscados a la fuerza para ser convertidos en caballerizas,
almacenes, depósitos, etc. Es lo que está sucediendo en países socialdemócratas
de Europa, en donde cientos de templos son abandonados por la apostasía del
clero y de los fieles, para ser convertidos en restaurantes, bibliotecas,
salones con pistas para practicar deportes como el skateboard, etc. Y en muchos otros casos, el colmo de la des-consagración
es la demolición del templo sagrado para levantar en su lugar un emprendimiento
comercial.
Ahora
bien, lo que hay que considerar es que todo lo que se dice del edificio, se
dice del alma, antes y después del bautismo antes del bautismo, el alma es sólo
una creatura de Dios; después del bautismo, el alma es hija adoptiva de Dios
porque ha recibido, de parte de Dios, su santidad y pasa a ser propiedad de Dos.
Y esto a tal punto, que el alma y el cuerpo son convertidos en templo del
Espíritu Santo, de manera que la Trinidad inhabita en ese cuerpo. De ahí que la
profanación del cuerpo –con malos pensamientos, malos deseos, malas palabras-,
o la introducción de substancias tóxicas en el cuerpo, o el uso del cuerpo para
actividades pecaminosas, o el tatuarse la piel -en el Levítico se dice: "No te harás tatuajes", 19, 28-ofende gravemente a Dios, porque se está mancillando y
profanando una propiedad de Dios. A partir del bautismo, el cuerpo deja de ser
propiedad de la persona bautizada, para ser propiedad de Dios, de ahí que todo
lo que no sea santo y se haga con el cuerpo, ofende a su divina majestad. Para
darnos una idea de cómo el cuerpo es templo del Espíritu Santo, tomemos la
siguiente situación: decir una mala palabra, aun cuando sea pensada, es el
equivalente a que en el templo se reproduzcan, por los altavoces, esas mismas
malas palabras; tener malos pensamientos o mirar cosas pecaminosas, es el
equivalente a que en el templo se proyectaran, en las paredes, esas mismas
imágenes o escenas pecaminosas; beber alcohol en exceso, equivale a que en el
templo se derramaran litros y litros de bebidas alcohólicas a tal punto, que
todo el templo quedaría impregnado con el olor a alcohol –es la razón por la
cual los que se embriagan, junto a otros grupos de pecadores empedernidos, jamás
entrarán en el Reino de los cielos, como lo dice la Escritura-; realizarse tatuajes, es como escribir cosas blasfemas en las paredes del templo.
Conmemorar
la consagración o dedicación del templo no es sólo recordar que el templo
material está destinado al culto divino: es ocasión para recordar nuestro
propio bautismo, día en que nuestro cuerpo fue dedicado o consagrado a Dios y
convertido en templo del Espíritu Santo y en morada de la Santísima Trinidad.
Es ocasión entonces para renovar el uso exclusivamente sagrado del templo y de
nuestro cuerpo.
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