“Si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en
el Reino de los cielos”. Jesús pone, como condición esencial para entrar en el
Reino de los cielos, que los discípulos “se hagan como niños”, es decir, que
sean como niños. Es obvio que no se refiere a una regresión cronológica, como
el regresar literalmente a la primera infancia; sin embargo, tampoco se trata
de una niñez entendida en un mero sentido moral, como el adquirir las
cualidades –inocencia, humildad, pequeñez- que caracterizan a la niñez. Se
trata de algo más profundo: se trata de verdaderamente ser “como niños”, pero
en un sentido real, verdadero, espiritual, sobrenatural y no meramente moral.
Entonces, la pregunta que se impone es la siguiente: ¿de qué manera, quien ya
no es niño, puede “hacerse como niño” para así poder entrar en el Reino de los
cielos? Existe una sola manera y es por la gracia, ya que la gracia comunica la
vida divina, la cual contiene en sí, en toda su pureza, las cualidades de la
niñez, ante todo la inocencia, la pureza y la humildad y esto porque Dios Es, en
sí mismo, Inocente, Puro y Humilde.
“Si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en
el Reino de los cielos”. Ni la humanidad pura, en su sola naturaleza, ni mucho
menos contaminada con el pecado original, podrá entrar en el Reino de los
cielos. La única manera es por medio de la gracia, que le concede al alma la
pureza, la inocencia y la humildad divinas, haciéndola capaz así de entrar en
el Reino de los cielos.
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