(Domingo XX - TO - Ciclo
A – 2020)
“Mujer, qué grande es tu fe” (Mt 15, 21-28). Una mujer cananea, es decir,
pagana, no perteneciente al Pueblo Elegido, se postra ante Jesús para clamarle
por su hija, que está poseída por un demonio. A pesar del tiempo transcurrido
-veintiún siglos- la mujer cananea es ejemplo para los cristianos de todos los tiempos,
incluidos nosotros, cristianos del siglo XXI. Hay muchas razones por las cuales
la mujer cananea es ejemplo en la fe.
Por un lado, sabe discernir entre enfermedad corporal o
psiquiátrica -epilepsia, convulsiones, esquizofrenia- de una posesión
demoníaca, puesto que es el motivo específico por el cual la mujer acude a
Jesús, para que la exorcice, no para que la cure de un mal: “Mi hija está
terriblemente atormentada por un demonio”. Muchos exégetas, interpretando
erróneamente la Biblia, confunden a las posesiones demoníacas con episodios epilépticos,
cosa que no hace la mujer cananea, ya que distingue perfectamente entre una
enfermedad corporal y una posesión demoníaca.
Por otro lado, reconoce en Jesús no a un profeta, ni a un
hombre sabio, ni a un hombre justo o santo, a quien Dios acompaña con sus
signos: reconoce en Jesús al Hombre-Dios, es decir, para ella, Jesús es Dios
Hijo encarnado y por eso el trato de “Señor”, reservado sólo a Dios y por eso la
postración, reservada, como signo externo de la adoración interior, sólo a Dios.
Su
fe en Jesús es enorme y su mérito es también enorme, porque no pertenece al
Pueblo Elegido y porque lo reconoce como Dios, algo que ni los propios judíos,
en su mayoría, fueron capaces de hacer.
Es
ejemplo de perseverancia en la oración, porque ante las repetidas negativas de
Jesús a su pedido, no ceja en su empeño y continúa pidiendo a Jesús por su hija.
Es
ejemplo también de humildad, porque Jesús la compara nada menos que con un
perro, con un cachorro, al decirle que “no es lícito tomar la comida de los
hijos para dárselas a los cachorros”. Así, la está tratando de cachorro de perro,
pero la mujer cananea, lejos de ensoberbecerse o de enojarse, se humilla
todavía más y continúa implorando un milagro para su hija, utilizando el mismo
ejemplo de Jesús y aplicándoselo a ella: “Pero aun así, los cachorros comen de
las migajas que caen de las mesas de los hijos”. El alimento substancial, son
los milagros que Jesús ha venido a hacer entre los hijos, los miembros del
Pueblo Elegido, pero ella, aun no perteneciendo al Pueblo Elegido, se puede ver
favorecida por un pequeño milagro, como es el exorcismo de su hija, así como
los perros se ven favorecidos por las migajas que caen de las mesas de sus
dueños.
Por
todas estas razones, la mujer cananea es ejemplo de fe en Jesús como Dios; es
ejemplo de perseverancia en la oración; es ejemplo de discernimiento entre
enfermedad corporal y posesión diabólica; es ejemplo de humildad y de auto-humillación,
porque no duda en auto-humillarse ante Jesús, con tal de conseguir el exorcismo
para su hija.
“Mujer,
qué grande es tu fe”. Cuán grande ha de ser la fe de la mujer cananea, para que
el mismo Jesús se asombre de la misma. Si Jesús viera nuestra fe, en este
instante, y la comparara con la fe de la mujer cananea, ¿podría decir lo mismo
de nosotros? Pidamos a la mujer cananea, que con seguridad está en el cielo,
que interceda para que nuestra fe en Cristo Jesús y su omnipotencia divina sea
al menos pequeña como la migaja que cae de la mesa de los hijos.
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