Páginas

miércoles, 25 de junio de 2025

Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo

 



(Ciclo C – 2025)

«Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Jesucristo, el Hombre-Dios, atribuyéndose a sí mismo y ejerciendo poderes divinos, establece personalmente una institución propia y característica de la Iglesia Católica, el Papado. La razón de esta institución es que el Cordero de Dios desea dejar, poco antes de ser inmolado en el altar de la cruz, un signo visible de su presencia en su Iglesia. Antes de cumplir su Pasión y ascender al cielo, Jesucristo desea entregar a su Iglesia el signo visible de su singularidad y universalidad, un signo que garantiza que su Iglesia será guiada en su nombre y con su Espíritu, hasta el fin de los tiempos, y este signo es la institución del Papado.

Al nombrar a Pedro como Papa, es decir, como Vicario suyo, Jesús funda su Iglesia sobre Pedro, dotándola al mismo tiempo de un líder supremo que no solo actuará en su nombre, sino que el papado representará la unidad de la Iglesia -el que está con el Papa está con la Iglesia y la continuidad de la tradición apostólica -quien está unido al Papa está unido a los Apóstoles, de quien el Papa es Sucesor y Cabeza-, además de ser un símbolo de fe -la fe católica que profesa el Papa es la fe de Pedro, la fe de la Iglesia de todos los tiempos. La Iglesia del Hombre-Dios será, por tanto, una sociedad religiosa fundada por Él y guiada por su Vicario, el Papa, al cual lo hará poseedor de un poder sobrehumano que deriva de la Persona divina de Jesús.

Ahora bien, debemos hacer la siguiente consideración: si nos basamos únicamente en este hecho, si observamos externamente a la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana, guiada y gobernada por una cabeza suprema, el Vicario de Cristo, podemos creer que esta sociedad es como cualquier otra sociedad humana, gobernada y guiada por una cabeza suprema, un presidente, como sucede en un reino o en una democracia. Cabría pensar que la Iglesia Católica Romana es, en efecto, una sociedad humana religiosa con una importante labor social y filantrópica, compuesta por hombres y mujeres misericordiosos que alaban a Dios y son gobernados por un presidente, incluso más misericordioso que ellos. De esta manera, la Iglesia Católica solo sería una sociedad humana religiosa con importantes tareas sociales, morales y religiosas, buena y misericordiosa, digna de alabanza; sería como una especie de Organización No Gubernamental religiosa y filantrópica, extendida por todo el planeta, pero ya no sería un misterio sobrenatural, ya no sería la Esposa mística del Cordero, ya no sería el Cuerpo Místico de Jesucristo, el Dios-Hombre, ni el Papado sería su fundamento ni el signo visible de su unidad.

La Iglesia Católica, en cambio, se asemeja solo externa y superficialmente a las sociedades humanas de gobierno, porque ella —y el Papado que la gobierna— se funda en el misterio de Cristo, el Dios-Hombre, esto quiere decir que sin Jesucristo como Segunda Persona de la Trinidad encarnada, no se explica la Iglesia Católica. En una sociedad humana, quien gobierna o guía, la cabeza o presidente, es solo un representante del interés común de los ciudadanos, pero nunca es el fundamento de la sociedad, ni esta se establece sobre la base de esta cabeza de gobierno, ni esta la construye por sí misma. En cambio, en la sociedad sobrenatural de los hijos de Dios, en el Cuerpo Místico de Cristo, quien la gobierna, el Papa, es el fundamento de la unidad en la fe y en la Tradición Apostólica: es sobre él, sobre el Papa, sobre quien la Iglesia se funda y se establece; la Iglesia, fundada por Jesucristo sobre Pedro, no es una ONG cuyo fin es el luchar contra la pobreza en el mundo: es en el Papa en quien la Iglesia se revela visiblemente como una y universal, cuya tarea propia, exclusiva y esencial es la de salvar almas del Infierno para conducirlas al Reino de Dios.

“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia”. El Papa no solo representa el interés común de la sociedad religiosa, como sucede en las sociedades humanas; no solo es la Cabeza suprema del Cuerpo, ni es la parte más importante y eminente de estas: es su fundamento, su piedra angular y su base, de tal manera que el Cuerpo Místico, la Iglesia, sin la Cabeza, el Papa, no sería el Cuerpo Místico de Cristo, no sería la Iglesia. La Iglesia sin el Papa sería como un cuerpo muerto, sin alma, como una planta sin raíz, como una rama sin vid. Esto se debe a que la Iglesia se funda en el Papa, como el Papa se funda en el misterio de Cristo y su Espíritu, y de ellos recibe, a través del Papa, su vida divina. Cristo y su Espíritu vivifican y edifican la Iglesia, y lo hacen a través del Papa; el Papa actúa como un punto de apoyo visible y concreto a través del cual la Iglesia de Jesús no solo se funda, sino que se construye cada día con su Espíritu Santo. La Iglesia es edificada por el Papa sobre todo en la Misa, porque, siendo la Misa el sacrificio del Cuerpo de Cristo, mediante el cual Cristo da a su Iglesia el Espíritu Santo que la construye como su santo Templo, el Papa, en la Misa, personificando de alguna manera a toda la Iglesia, obra en su nombre y en sí mismo, como sacerdote visible, y la construye como un templo vivo y visible en el que habita Dios. En cada Misa, el Papa, junto con los sacerdotes, construye la Iglesia, pues deposita en su regazo el glorioso Cuerpo de Cristo, la Eucaristía, que contiene el Espíritu de vida divina. Al celebrar la Eucaristía, el Papa deposita en el regazo de la Iglesia a Cristo glorioso, quien infunde su Espíritu Santo y la construye como templo santo del Dios Trino.

Por el hecho de ser la Iglesia nacida de Cristo y su Espíritu, y por el hecho de ser el Papa fundado en Cristo, el Papa es el fundamento que construye la Iglesia como lo que es: una, santa, católica y apostólica. Pero este rol o papel decisivo y fundamental en la estructuración de la Iglesia Católica bajo el mandato jerárquico y visible del Santo Padre, no debe hacer perder de vista lo siguiente: el Papa no es Dios, lo cual quiere decir que no todo lo que el Papa diga es correcto, por el solo hecho de que “lo dice el Papa”; el Papa no es un monarca absoluto, cuya voluntad es ley, tal como lo afirma el Papa Benedicto XVI; el Papa, en cuanto hombre, es un ser frágil como todo hombre, que necesita de la conversión y de la purificación diarias, como todos nosotros. Así se expresaba el Papa Benedicto XVI: “Aquel que es titular del ministerio petrino debe tener conciencia de que es un hombre frágil y débil, como son frágiles y débiles sus fuerzas, y necesita constantemente  purificación y conversión, pero debe tener también conciencia de que del Señor «le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerlos unidos en la confesión de Cristo crucificado y resucitado[1]. Si el Papa se aleja de Cristo, de sus Sacramentos, de sus enseñanzas evangélicas, proclamadas en el Evangelio y explicitadas en el Magisterio y en la Tradición, entonces el Papa comete un grave pecado y de ninguna manera se debe seguirlo en su error. Hacerlo, es decir, seguir a un Papa que proclama el error y la enseñanza anticristiana, es caer en el pecado de idolatría, que en este caso sería “papolatría”, un pecado tan condenable y execrable como cualquier pecado mortal. Continúa luego Benedicto XVI, acerca de la función y naturaleza del ministerio petrino, del ministerio del Papa: “El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo”. Un Papa no debe nunca enseñar y proclamar sus propias ideas, y mucho más cuando estas ideas provienen de ideologías anticristianas como el socialismo y el comunismo; tampoco debe en ningún caso adoptar ni siquiera el lenguaje de las sectas, comenzando por la secta que es la religión del Anticristo, la Nueva Era. Si un Papa proclamase una fe adulterada, en la que se mezclan elementos de la Nueva Era -como, por ejemplo, decir que “manden buenas vibraciones”, en vez de pedir la oración católica-; tampoco debe aceptar ídolos paganos, en un intento de un inútil y equivocado sincretismo religioso, como el hacer ingresar a la Pachamama en la Basílica Vaticana de San Pedro; si eso hiciere, ese Papa está cometiendo un grave pecado, el de adulterar la Santa Fe Católica y en ningún caso se lo debe seguir, ni siquiera poniendo el pretexto de que “lo dice el Papa”. Aceptar un error como algo verdadero y bueno solo porque “lo dice el Papa”, es un insulto a la inteligencia y a la iluminación de la inteligencia que produce la gracia, la cual permite precisamente discernir entre el error de la herejía y la Verdad Eterna de la Revelación de Jesucristo.

Solo haciendo estas consideraciones -es decir, evitando caer en la idolatría papal o papolatría, que es adherir al error herético solo porque “lo dice el Papa”-, entonces sí podemos considerar y aceptar, sin ninguna duda, aquello que es distintivo del papado: es a través del Papado que la Unidad del Cuerpo Místico se convierte en la Unidad de la Iglesia visible: unidos al Papa, nosotros los bautizados formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Y como estamos unidos al Papa, decimos junto a Pedro, el Primer Papa, confesando nuestra fe en el Cristo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Viviente”. Y como el Dios Viviente es el Cristo Eucarístico, nosotros, unidos al Papa, parafraseando la respuesta de Pedro a Jesús en el Evangelio, decimos como miembros del Cuerpo Místico de Cristo: “Tú eres el Cristo Eucarístico, el Hijo de Dios Viviente y a ti, Cristo Eucarístico, te adoramos, te bendecimos y te glorificamos”.



[1] Cfr. Cardenal Joseph Ratzinger, Homilía de toma de posesión del ministerio petrino, Basílica San Juan de Letrán, 07 de mayo de 2005; cfr. https://infovaticana.com/2020/11/01/cuando-benedicto-explico-que-es-un-papa-no-es-un-soberano-absoluto-cuyo-pensamiento-y-voluntad-son-ley/#:~:text=Cuando%20Benedicto%20explic%C3%B3%20qu%C3%A9%20es%20un%20Papa:,absoluto%2C%20cuyo%20pensamiento%20y%20voluntad%20son%20ley%C2%BB&text=%C2%ABEl%20Papa%20no%20es%20un%20soberano%20absoluto%2C%20cuyo%20pensamiento%20y%20voluntad%20son%20ley.

No hay comentarios:

Publicar un comentario