“Cuando
oren no hagan como los paganos” (Mt
6, 7-15). La oración del cristiano es diversa a la de los paganos porque es una
oración que brota del corazón y no simplemente de los labios, y se dirige al Corazón,
en este caso, de Dios. La novedad absoluta de la Revelación de Jesús es que
Dios es Uno en naturaleza y Trino en Personas, de modo que la comunicación con
Él, es decir, la oración, no puede ser nunca recitada de modo mecánico, como lo
hacen los paganos, sino que debe ser dirigida a las Personas que hay en Dios.
La oración pagana confía en obtener sus resultados por la
mera repetición mecánica de las palabras, sin importar si se hacen o no con el
corazón; todavía más, el pagano no pretende rezar con el corazón, desde el
momento en que los dioses paganos –que en realidad son demonios- son ídolos
mudos, sordos y ciegos, y jamás se establece una relación personal de amor con
ellos. Por el contrario, en la oración cristiana lo primordial es el
establecimiento de la relación personal del que reza con las Tres divinas
Personas de la Trinidad; una relación que se basa en el amor y que por esto
mismo espera obtener de Dios lo que se pide, puesto que el Dios al que se reza
es “Amor”, tal como lo dice el Evangelista Juan: “Dios es Amor”. Si en la
oración cristiana no está este componente esencial del amor, no puede decirse
verdaderamente cristiana; si la oración es mecánica, hecha con los labios pero
no con el corazón, entonces adquiere las características de la oración pagana,
en donde el efecto se obtiene –o se pretende obtener- mágicamente por la
repetición vacía de palabras huecas. Esto no quiere decir que la oración
cristiana no tenga que tener un componente repetitivo, como por ejemplo sucede
en el Rosario, en donde explícitamente se busca la repetición de las Avemarías.
Lo que convierte a una oración en pagana, además de su fórmula, no es la
repetición, sino la ausencia de amor a un Dios que es Uno y Trino en Personas.
“Cuando oren no hagan como los paganos”. Jesús nos enseña que para que la oración
llegue a los oídos de Dios Trino, debe brotar del corazón, debe ser impulsada
por el movimiento del amor dirigido a la Trinidad, y ese impulso de amor es el
que hace mover los labios que pronuncian la oración. Y si esto es válido para
toda oración, lo es entonces mucho más para la oración de Acción de gracias por
excelencia, la Santa Misa, en donde se hace Presente en pleno la Santísima
Trinidad, puesto que Dios Padre envía a su Hijo al altar, para que se quede en
la Eucaristía, desde donde Dios Hijo enviará a Dios Espíritu Santo, al alma que
comulga con fe y con amor.
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