(Ciclo
A – 2022 – 2023)
La Iglesia Católica celebra la Solemnidad de Santa María,
Madre de Dios, al inicio del año civil, por dos razones. Por un lado, porque la
solemnidad está en estrecha e íntima relación con la Navidad, desde el momento
en que la Virgen es Aquella que hace posible la Navidad: con su “Sí” al anuncio
del Ángel, la Virgen permite que el Espíritu Santo deposite, en su seno
virginal, al Verbo de Dios Encarnado, para llevarlo consigo durante nueve meses
y darlo a luz en la gruta de Belén. De esta manera la Iglesia, al colocar a esta
solemnidad a continuación de la celebración de la Navidad, da una continuidad a
la Navidad, puesto que la esencia de la Navidad consiste en el misterio de la
Encarnación del Verbo y de su Nacimiento virginal y milagroso para redimir a la
humanidad por medio de su Santo Sacrificio en la Cruz. Si la Virgen no fuera,
al mismo tiempo que Virgen, Madre de Dios Hijo encarnado, la Navidad no tendría
sentido de ser.
A su vez, la Virgen es Madre de Dios en un sentido real y
no figurado, metafórico o simbólico ya que, como afirma Santo Tomás de Aquino, se
llama “madre” a la mujer que da a luz a una persona y la Virgen da a luz
-milagrosamente, no como un parto humano natural- a una Persona, la Segunda de
la Trinidad, la Palabra del Padre, el Verbo de Dios, que si bien es eterno y
por esto su Ser divino trinitario no tiene principio ni fin, nace a su vez en
el tiempo con la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, humanidad que Él creó
inmaculada y a la que santificó al unirla hipostáticamente a su Persona. Por esta
razón, por el hecho de dar a luz en el tiempo a la Persona eterna de la
Santísima Trinidad, la Segunda Persona, Dios Hijo, la Virgen es, al mismo
tiempo que Virgen, Madre de Dios.
La segunda razón por la cual la Santa Iglesia coloca esta solemnidad,
al inicio del año civil, es para que sus hijos, es decir, los católicos,
consagremos el año que se inicia -con un “Salve” rezado frente a la imagen de
la Virgen, por ejemplo- al Inmaculado Corazón de María, de manera tal que todo
el año terreno que nos toque vivir esté bajo el amparo y el cuidado maternal de
nuestra Madre del Cielo. Entonces, en el primer segundo del Año Nuevo, no
festejemos de modo pagano, no celebremos el paso del tiempo solo por celebrar,
puesto que el tiempo sin Dios es de temer y no es para celebrar; lo que da
sentido a la celebración del paso del tiempo es que consagremos el nuevo tiempo
que se inicia, al Inmaculado Corazón de María, que es el Portal de la Luz
Eterna, Cristo Jesús; en otras palabras, consagrando al Corazón de María el
nuevo año que inicia, viviremos el tiempo terreno unidos a la Eternidad en
Persona, Cristo Jesús. Y esto sí es motivo para festejar.