(Domingo
II - TA - Ciclo A - 2022 – 2023)
“Conviértanse (el Mesías vendrá y) reunirá
el trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga” (cfr. Mt
3, 1-12). Juan el Bautista predica en el desierto la conversión del hombre a
Dios, advirtiendo que deben de cesar de obrar el mal y comenzar a obrar el
bien, porque el Reino de Dios está cerca y, todavía más, el Rey del Reino de
Dios está por venir y cuando venga, vendrá como Justo Juez y separará a los
buenos de los malos: a los buenos, para conducirlos al Reino de los cielos; a los
malos, para arrojarlos a la “hoguera que no se apaga”, es decir, el Infierno.
Juan el Bautista utiliza, para graficar el Día del Juicio Final, la figura de
un labrador que separa el trigo y lo almacena en su silo, de la paja, que no
sirve, para quemarla. Es llamativo que utiliza una expresión que es: “una hoguera
que no se apaga” y esto lo hace porque está hablando no de la hoguera material,
terrena, la que todos conocemos, que indefectiblemente termina por apagarse
cuando se combustiona el material que la alimentaba; se trata de una hoguera
que no se apaga porque es el Infierno, en donde el fuego quema, combustiona,
pero no consume aquello que quema, que son las almas y los cuerpos de los condenados;
además, no se apaga, porque el castigo que sufren los condenados es eterno, porque
eterna es la culpa y la pena y eterno es el peso de la Justicia y de la Ira
Divina que se descarga sobre los impenitentes que, por propia voluntad, se
condenaron, al no querer convertir sus corazones.
“Conviértanse, el Reino de Dios está cerca”. La misma prédica
y el mismo llamado a la conversión eucarística, que es la conversión al Cristo
Eucarístico, hace la Iglesia al hombre de hoy. Y, así como el Bautista
predicaba en el desierto, así la Iglesia predica en el desierto de un mundo sin
Dios, que ha desplazado a Dios y a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo,
rechazando su Cruz, rechazando su Presencia Eucarística, rechazando sus
Mandamientos y sus Consejos Evangélicos. El mundo de hoy ha erigido falsos
dioses, ante los cuales se postra en ciega y sacrílega adoración todos los días:
el dinero, el poder, el éxito, la fama, la honra mundana, los bienes
materiales, los ídolos demoníacos -Gauchito Gil, Difunta Correa, San La Muerte,
atrapasueños, cinta roja, Buda, etc.- y esto le sucede como castigo al no
querer arrodillarse y adorar a Cristo Dios Presente en Persona en la Eucaristía.
“Conviértanse (el Mesías vendrá y) reunirá el trigo en el
granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”. Cada día que pasa,
es un día menos que nos separa del Día del Juicio Final; cada día terreno que
pasa, es un día menos para la Llegada en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo,
quien vendrá como Justo Juez, para dar a cada uno lo que cada uno libremente
mereció con sus obras: a los buenos, el Reino de los cielos; a los malos, a los
rebeldes, a los impenitentes, a los que no quisieron saber nada de Cristo
Eucaristía, de la Santa Misa, de los Sacramentos, de los Mandamientos y a
cambio obraron el mal, la impiedad y la iniquidad, a esos los arrojará en la “hoguera
que no se apaga”, es decir, en el Infierno. En nuestra libertad está elegir
adónde queremos ser llevados cuando venga el Justo Juez; por supuesto, que al
Reino de los cielos, pero para eso, debemos hacer mucha oración y adoración
eucarística, debemos frecuentar los Sacramentos y debemos ser misericordiosos
con nuestros prójimos.