“Jesús multiplica panes y
peces” (cfr. Mt 14, 13-21). El
milagro de la multiplicación de panes y peces demuestra la condición divina de
Jesús, puesto que sólo Dios, Creador de todo cuanto existe, y por lo tanto,
creador también de la materia, tiene el poder suficiente para crear, de la
nada, la materialidad de los panes y de los peces, con los cuales alimenta a
más de cinco mil personas.
Al
realizar estos milagros, Jesús proclama, con obras, su condición de Dios Hijo,
dando al mismo tiempo un signo irrefutable para creer en Él -en sus
afirmaciones de ser Dios Hijo, igual en dignidad y poder a Dios Padre-, de
manera tal que ya no se pueda, a partir de estos signos sobrenaturales, dudar
de sus palabras. Es lo que Él les dice a los fariseos: “Si no me creéis a Mí,
creed al menos en mis obras”.
Quien se
cierra a la evidencia de los milagros, difícilmente podrá acceder al Reino de
los cielos.
Pero
Jesús tiene otra intención, además de afirmar que Él es Dios: el milagro de la
multiplicación de panes y peces tiene por objeto prefigurar y anticipar otro
milagro, infinitamente más grande, el Milagro de los milagros, la conversión
del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre.
La
multiplicación del pan inerte, sin vida, hecho de trigo y agua, que da sólo
sustento a la vida corporal, tiene por objeto prefigurar y anticipar otro Pan,
no hecho de trigo y agua, sino de la
Carne y la
Sangre del Hombre-Dios; un Pan Vivo, bajado del cielo, que
contiene en sí la Vida
eterna, y que comunica de esa vida eterna a quien lo consume; un Pan que, más
que dar sustento a la vida corporal y terrena del hombre, le concede y le hace
partícipe de una vida nueva, la vida eterna del Hombre-Dios.
A su
vez, la multiplicación de la carne muerta del pescado, cuya ingestión sólo
sirve para sustentar la vida corporal, anticipa y prefigura otro milagro, la
conversión del pan en la carne del Cordero de Dios, carne no muerta sino viva,
glorificada, llena de la vida divina, de la luz inextinguible, y de la gloria
eterna del Hombre-Dios.
En
consecuencia, al leer y meditar el pasaje de la multiplicación de panes y
peces, el cristiano no puede guiarse por una mentalidad racionalista, negadora
de la realidad sobrenatural y de la condición divina de Jesús de Nazareth y de
sus signos, los milagros. En este caso particular, la negación del milagro de
la multiplicación de panes y peces, conduce a la negación del Milagro de los
milagros, la Eucaristía.
genial
ResponderEliminarLas 2 multiplicaciones de peces y panes parecen prefigurar 2 tipos distintos de pueblos que siguen a Jesus, uno que cuenta con su bendicion y gracia y otro que solo tiene su gracia, uno que nace reflexionando sobre la muerte del bautista y que anticipa los movimientos y deseos de Jesús, y otro pueblo que lo sigue sin poder anticipar sus deseos o movimientos pero que tiene gran fe como la sirofenicia que se conforma con las migajas que caen de la mesa de su Señor, un pueblo que nace con reglas claras y precisas simbolizadas en 5 panes(pentateuco) y 2 peces(Moises y Elias) y otro pueblo con reglas poco precisas (algunos pececillos) y 7 panes que recuerdan las 7 iglesias dispersas y divididas a las que se dirije el libro Apocalipsis de Juan, un primer pueblo que es fertil como la hierba verde en que se sienta y que se come la hierba hasta la raiz y otro pueblo infertil como la tierra seca en la que está sentado
ResponderEliminarLas 2 multiplicaciones de peces y panes parecen prefigurar 2 tipos distintos de pueblos que siguen a Jesus, uno que cuenta con su bendicion y gracia y otro que solo tiene su gracia, uno que nace reflexionando sobre la muerte del bautista y que anticipa los movimientos y deseos de Jesús, y otro pueblo que lo sigue sin poder anticipar sus deseos o movimientos pero que tiene gran fe como la sirofenicia que se conforma con las migajas que caen de la mesa de su Señor, un pueblo que nace con reglas claras y precisas simbolizadas en 5 panes(pentateuco) y 2 peces(Moises y Elias) y otro pueblo con reglas poco precisas (algunos pececillos) y 7 panes que recuerdan las 7 iglesias dispersas y divididas a las que se dirije el libro Apocalipsis de Juan, un primer pueblo que es fertil como la hierba verde en que se sienta y que se come la hierba hasta la raiz y otro pueblo infertil como la tierra seca en la que está sentado
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