(Ciclo C - 2019 - 2020)
Al referirse a la familia humana y cristiana, los Padres de
la Iglesia sostienen que ésta debe ser una “Iglesia doméstica” y como la
Sagrada Familia de Nazareth es modelo de Iglesia doméstica, es que la Iglesia
nos hace celebrar la Solemnidad de la Sagrada Familia en el primer Domingo
después del Nacimiento de Jesús.
Como en toda unión
esponsal, antes de que nazca el hijo, el matrimonio es unión de los esposos; cuando
nace el hijo –en este caso, el Niño Dios-, el matrimonio se convierte en la
familia y es lo que sucede con la Familia de Nazareth luego de Nochebuena.
Desde este momento, la Sagrada Familia se convierte en modelo único e
insuperable de santidad para toda familia católica y la razón es que en la
Sagrada Familia todo es santo: lo humano se diviniza y lo divino se hace
humano, sin dejar de ser divino. En la Sagrada Familia, todo es santo porque
todo gira en torno al Hijo de esta Familia, Jesús de Nazareth: Él es Dios Uno y
Trino y en cuanto tal, es su centro, su culmen, su punto de partida y su punto
de llegada; Jesús es el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega; es la Santidad
Increada y la Fuente de toda santidad participada. En la Sagrada Familia de Nazareth,
al girar todo en torno a Jesús, todo gira en torno a Dios Trinidad, porque
Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad, que se hace Niño sin dejar de ser
Dios para que nosotros, hechos niños por la gracia, nos hagamos Dios por
participación.
Para la Sagrada Familia
de Nazareth, más que el alimento sólido y material, es indispensable el
alimento espiritual y este alimento es la santidad de todos los días, santidad
que brota del Niño de la Familia y se desborda sobre su Madre, que es la Madre
de Dios y sobre su Padre adoptivo, que es el varón casto y justo, San José.
La santidad es entonces
el alimento espiritual que sobreabunda en la Sagrada Familia de Nazareth: en
esta familia no hay ni la más pequeña traza del pecado: no hay enojos, no hay
mentiras, no hay desavenencias, ni siquiera ligeros malentendidos: todo en la
familia es bondad, suavidad, dulzura, paciencia, humildad y sobre todo, amor,
un Amor que brotando del Corazón del Niño todo lo inunda y todo lo impregna,
haciendo participar de él a todos sus integrantes.
Todo en la Familia de
Nazareth se hace para mayor gloria y santidad de Dios; todo es Amor de Dios,
Amor del Espíritu Santo, Amor que todo lo penetra, todo lo llena, todo lo
colma. En esta Familia de Nazareth se tiene siempre presente a Dios, porque
Dios está en medio de ella, ya que Jesús es el Emanuel, el “Dios con nosotros”
y así, estando el Niño Dios en medio de ellos, está Dios hecho Niño en medio de
la Familia. En la Sagrada Familia de Nazareth no sólo se alaba y se adora a
Dios Trino, sino que se agradece todo, antes que nada, su inmensa majestad y
bondad, que son infinitas y esto no un día ni dos, sino todos los días, durante
el día y durante la noche, sin que quede resquicio alguno de tiempo y espacio
en el que no se alabe, adore y agradezca a Dios Uno y Trino. Aun cuando la
Familia de Nazareth padece penas y tribulaciones, porque es muy pobre, ni
siquiera entonces se dejan de entonar salmos y cánticos inspirados a la
Trinidad, por el inmenso don que ha hecho a la humanidad de conceder a Dios
Hijo como Cordero del sacrificio, para la salvación de la humanidad.
Aunque por fuera parece
una familia más entre tantas –está formada por una madre, un padre y un hijo-,
sin embargo cuando se la contempla con la luz de la fe, se toma conciencia de
que la Familia de Nazareth es sagrada porque en ella todo es sagrado: es
sagrado el Hijo, porque es la Santidad Increada en sí misma; es sagrada la
Madre, porque es la Madre de Dios; es sagrado el padre adoptivo, porque es un
varón casto y justo, temeroso de Dios y por esta razón, porque todo es sagrado
y santo en esta Familia, es que la Sagrada Familia de Nazareth es modelo de
santidad para toda familia católica.
La Madre de esta
Familia es la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza de la Serpiente; es la
Mujer al pie de la Cruz, que adopta como hijos a todos los hombres; es la Mujer
del Apocalipsis, revestida de sol, revestida de gracia y así la Madre de la
Sagrada Familia es modelo de santidad para toda madre de familia que desee ser
santa a los ojos de Dios.
El Hijo de esta Familia
Santa, aunque es pequeño y frágil como todo recién nacido, es el Hijo del
Eterno Padre, es el Verbo del Padre Eterno que se ha encarnado y se ha
manifestado a los hombres como Niño humano, sin dejar de ser Dios, para ofrecerse
como Víctima Santa y Pura en la edad adulta, en el ara de la Cruz, para la
salvación de la humanidad, obedeciendo la Voluntad del Padre y así es modelo
para todo hijo que desee ser santo, cumpliendo la voluntad de Dios en sus
vidas.
El esposo y padre de
esta Familia Santa, quien es esposo meramente legal de María Santísima y es
padre adoptivo de Jesús, es San José, varón casto, justo, santo, de altísima
santidad, que da su vida por su Esposa y por su Hijo y así se convierte en
modelo de todo padre que desee ser santo, santificándose en los quehaceres
propios de la vida familiar, obedeciendo también la voluntad de Dios.
En el primer Domingo
después de Navidad, la Iglesia nos coloca a la Sagrada Familia no sólo para que
la contemplemos, sino para que, como familia, la imitemos y la imitemos ante
todo en su santidad: así como todo en la Sagrada Familia de Nazareth gira en
torno al Niño Dios, Jesús, así debe ser en toda familia católica: todo debe
girar en torno al Redentor, el Hijo de la Sagrada Familia de Nazareth. Sólo así
la familia católica podrá cumplir el designio divino sobre ella y ser, como la
llaman los Padres de la Iglesia, un “iglesia doméstica” que transforme al mundo
con su santidad.