(Domingo
VI - TP - Ciclo C – 2019)
“El Espíritu Santo os enseñará todo y os recordará todo” (Jn 14, 23-29). Antes de sufrir su Pasión, Jesús les revela a
sus discípulos que Él enviará al Espíritu Santo, junto al Padre, sobre la
Iglesia -esto es lo que sucederá en Pentecostés- y revela además cuáles serán
las funciones que hará el Espíritu Santo, las cuales serán dos funciones principalmente:
mnemónicas o de recuerdo y funciones de conocimiento, de recuerdo de lo dicho
por Jesús y de enseñanza de los misterios de la vida de Cristo. Esta doble
función del Espíritu Santo sobre la Iglesia y las almas de los bautizados –memoria
y conocimiento- es clave para que un cristiano pueda ser llamado cristiano y viva
como cristiano. De lo contrario, sin las funciones de enseñanza y de recuerdo
del Espíritu Santo, la religión católica se convierte en una religión sin
misterios sobrenaturales; sin la función del Espíritu Santo, la religión
católica se racionaliza y pierde su carácter esencial de religión de misterios
y de misterios sobrenaturales absolutos; sin la función del Espíritu Santo, la
religión católica se racionaliza y se rebaja a la mera capacidad humana, la
cual no puede trascender más allá del horizonte racional y le es imposible
-como también al ángel- ni descubrir los misterios del cristianismo, ni
alcanzarlos, ni comprenderlos, ni aceptarlos.
Pero, ¿en qué consiste, en concreto, esta función del Espíritu Santo, la de
enseñanza y recuerdo, como lo dice Jesús? En cuanto a la enseñanza, el Espíritu Santo enseña misterios sobrenaturales
absolutos, que no pueden ser ni siquiera imaginados por la mente creatural, ni
humana ni angélica. ¿Cuáles son estos misterios sobrenaturales absolutos
enseñados por el Espíritu Santo?
Estos
misterios sobrenaturales absolutos que el Espíritu Santo enseña son, ante todo,
que Dios es Uno en naturaleza y Trino en Personas, lo cual quiere decir que no
son tres dioses, sino uno solo, en el que hay Tres Personas Divinas, iguales en
majestad, poder y honor, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; el Espíritu
Santo es el que enseña que Jesús no es un simple hombre, ni un hombre santo, ni
un revolucionario, ni un profeta, sino el Hombre-Dios, esto es, Dios Hijo hecho
hombre por la asunción hipostática, en su Persona divina, de la naturaleza
humana de Jesús de Nazareth; el Espíritu Santo enseña que Cristo es Dios, el
Verbo del Padre, co-substancial al Padre, expirador del Espíritu Santo junto al
Padre, Dios de igual majestad y honor que el Padre y el Espíritu Santo. El Espíritu
Santo enseña que el Verbo, invisible a los hombres e inaccesible a ellos, por
amor a Dios y a los hombres, se hizo visible y accesible por los sentidos,
porque se encarnó en el seno de María Virgen no por obra humana sino por obra
de Dios, por el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Es decir, el Espíritu Santo
enseña los misterios sobrenaturales absolutos de la religión católica,
misterios que la convierten en religión de origen celestial y no humano, como lo
son el resto de las religiones; misterios que consisten en la constitución
íntima de Dios como Uno en naturaleza y Trino en Personas y en la Encarnación
del Verbo en el seno de María Virgen, por obra de la Tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo, por pedido de Dios Padre.
El Espíritu Santo
enseña también los misterios sobre la
Iglesia: la Iglesia no es una ONG cuya función es acabar con el hambre y la
pobreza del mundo: es la Esposa Mística del Cordero, creada por Dios del
costado abierto del Segundo Adán, Cristo crucificado y traspasado y cuya
función primordial es salvar a las almas de la eterna condenación y conducirlas
al Reino de los cielos. El Espíritu Santo enseña no sólo que el Verbo se hizo
carne en las entrañas purísimas de la Virgen, su seno virginal, sino que enseña
también que el Verbo continúa y prolonga esta encarnación en el seno virgen y
en las entrañas purísimas de la Iglesia, el altar eucarístico, para donarse a
las almas como Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía. El Espíritu Santo
enseña que los sacramentos no son hábitos culturales, sino actualizaciones de
los misterios de la vida de Cristo por medio de los cuales se produce la gracia
santificante, gracia que quita el pecado del alma al tiempo que le concede la
filiación divina. Estas son algunas de las enseñanzas del Espíritu Santo, que
versan ante todo como hemos visto sobre la constitución íntima de Dios como Uno
y Trino y, en la Encarnación de la Segunda Persona en el seno de María Virgen y
en la prolongación y actualización de esa Encarnación cada vez, en el seno
virgen de la Iglesia, el altar eucarístico.
Con respecto a la segunda función del Espíritu Santo, la función mnemónica, de
memoria, de recuerdo de lo que Jesús dijo, se trata no solo de literalmente de
esto, de recordar a los discípulos las palabras de Jesús, muchas de las cuales
no eran entendidas en su momento por los discípulos, sino de su recuerdo y
comprensión sobrenatural y no meramente racional, lógica o humana. Los
discípulos ahora, con la iluminación del Espíritu Santo, no solo recuerdan las
palabras de Jesús, sino que las creen en su sentido sobrenatural. Es lo que les
sucede, por ejemplo, a los discípulos de Emaús: antes de que Jesús efunda sobre
ellos el Espíritu Santo al partir el pan, los discípulos de Emaús son
cristianos racionalistas, que creen en un Cristo, sí, pero en un Cristo humano,
incapaz de resucitar; es decir, recuerdan las palabras de Jesús, pero no las
creen, porque les falta la luz del Espíritu Santo y por lo tanto su religión es
una religión sin misterios. Luego de la efusión de Cristo sobre ellos al partir
del pan, entonces se convierten en verdaderos cristianos, al recordar en su
sentido sobrenatural las palabras de Cristo y es entonces cuando comienzan a
creer en las palabras de Cristo, dándoles su correcto, verdadero y único
sentido sobrenatural: Cristo es Dios y ha muerto en Cruz, pero ha resucitado, venciendo
en la Cruz al demonio, al pecado y a la muerte. No solo conocen esto, sino que
lo creen y lo viven con sentido sobrenatural, por eso su religión católica no
es racionalista, sino una religión de misterios divinos, sobrenaturales,
absolutos.
“El Espíritu Santo os
enseñará todo y os recordará todo”. El Espíritu Santo viene en Pentecostés para
enseñarnos los misterios sobrenaturales absolutos de Dios -Dios es Uno y Trino
y la Segunda Persona se encarnó en María Virgen y prolonga su Encarnación en la
Eucaristía- para que no racionalicemos la religión y para que no la reduzcamos
a una religión de sentimientos de falsa misericordia. Ahora bien, para
nosotros, que vivimos en este “valle de lágrimas” que es esta vida, el Espíritu
Santo, además de estas funciones, nos recuerda de modo particular unas palabras
de Jesús: “Yo estaré todos los días con vosotros, hasta el fin del mundo” y
estas palabras hacen referencia a la Eucaristía, porque es en la Eucaristía en
donde Cristo está Presente, en Persona, todos los días, hasta el fin del mundo.
Solo el Espíritu Santo puede enseñarnos, recordarnos y hacernos vivir estas
palabras de Jesús, de que estará Él con nosotros en la Eucaristía, hasta el fin
del mundo.