(Domingo
XXVI - TO - Ciclo B – 2018)
“Si
tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la
Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible” (Mc 9, 38-43.45.47-48). Lo mismo repite
para el pie y para el ojo: “Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo,
porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies
a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te
vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos
ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”. En este
párrafo, Jesús nos hace dos revelaciones: por un lado, que nuestras acciones –significadas
en la mano, el pie, el ojo- son libres y, por otro, que estas nos conducen, indefectiblemente, a dos lugares
irreconciliables entre sí: o el Cielo –el Reino de Dios- o el Infierno –la Gehena-.
De hecho, éste es uno de los lugares de la Escritura en donde se revela explícitamente
la existencia del Infierno. Ahora bien, ¿Jesús nos anima a mutilar nuestro
cuerpo? De ninguna manera, ya que está hablando en sentido metafórico. Es decir,
es obvio de toda obviedad que Jesús no nos impulsa a la auto-mutilación, ya que
habla en sentido figurado cuando dice que debemos cortarnos la mano, cortarnos
el pie o arrancarnos un ojo, si éstos son ocasión de pecado. Lo dice en forma
figurativa, pero para que nos demos cuenta de la importancia y de la gravedad
que tienen nuestros actos. De nada vale entrar con los dos ojos, las dos manos
y los dos pies al Infierno, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”,
donde los tormentos son para siempre, en el cuerpo y en el alma. Más vale
entrar mancos, rengos y tuertos en el Cielo –metafóricamente hablando-, que ir
con todo el cuerpo completo al Infierno.
“Si
tu mano es ocasión de pecado, córtala (…) si tu pie es ocasión de pecado,
córtalo (…) si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo”. ¿Qué nos quiere decir
Jesús con estas imágenes tan fuertes? Lo que Jesús nos quiere decir es que es
absolutamente necesaria, para la vida espiritual de la gracia, la mortificación
de los sentidos y de la imaginación, puesto que se trata de lugares de inicio
de la tentación consentida o pecado. Es decir, de lo que Jesús nos habla es acerca
de la necesidad de la mortificación de los sentidos, porque es por los sentidos
y por la imaginación por donde entran pensamientos que conducen a la
satisfacción de las pasiones y al pecado consiguiente. Por ejemplo, un pecado
de ira, comienza en el pensamiento y en el deseo y se lleva a la práctica con
acciones como elevar la voz, planificar una venganza, ejecutar la venganza. Se necesita
todo el cuerpo, además de la mente –el pensamiento- y la voluntad –el deseo-
para pecar. Y si el pecado es mortal, nos hace perder la vida de la gracia y si
morimos sin la gracia, nos condenamos. Lo que Jesús nos quiere hacer ver es que
debemos combatir el pecado en su raíz y para ello, debemos llevar, en la mente
y en el corazón, sus mandamientos y sus Bienaventuranzas. Con el mismo ejemplo:
frente a un pensamiento de ira, de venganza, de furia, rechazar ese pensamiento
recordando sus palabras: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29); “Ama a tus enemigos” (Mt 5, 44); “Perdona setenta veces siete”
(Mt 18, 22) y así. Quien lleva en la
mente y en el corazón las palabras de Jesús, podrá poner fin casi de inmediato
a cualquier tentación y así no caerá en pecado. Para cometer un pecado de robo,
por ejemplo, para ejecutarlo, además de pensarlo, se necesita abrir el picaporte
de la casa ajena para entrar en ella y robar: si alguien tiene en mente el
mandamiento que dice: “No robarás” y si tiene en el corazón la imagen de las
manos de Jesús clavadas en la cruz por nuestra salvación, entonces no realizará
la acción de abrir una puerta ajena para entrar y robar. A esto es a lo que se
refiere Jesús cuando dice que “más vale entrar manco, rengo y tuerto en el
Reino de Dios, que con el cuerpo sano y completo en el Infierno”.
“Si
tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la
Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible”. Acudamos
a la imaginación, recordemos a Jesús flagelado, coronado de espinas,
crucificado; llevemos en la mente y en el corazón su Pasión, sus mandamientos y
bienaventuranzas y así evitaremos el pecado y conservaremos la gracia para el
día del Juicio Particular, de modo que podremos entrar con nuestro cuerpo
completo y glorificado en el Reino de Dios.