(Domingo
XXIX - TO - Ciclo B – 2018)
“¿Sois capaces de beber el cáliz que Yo he de beber?” (Mc 10, 35-45). Santiago y Juan quieren
beber del cáliz de la amargura de la Pasión; no quieren el poder político; no
ven a Jesús como el líder mesiánico de una facción política que está en busca
de un poder humano: ven a Jesús como al Mesías, que no necesita buscar poder
humano porque Él es el Dios Omnipotente, Todopoderoso. Pero saben bien que
estar al lado de Jesús significa estar al pie de la Cruz, porque Jesús está en
la Cruz. Es en la Cruz, cuando en apariencia muestra la máxima debilidad, donde
en realidad Jesús muestra su omnipotencia divina, venciendo para siempre al
Demonio, al Pecado y a la Muerte. Es en la Cruz, cuando parece vencido a los
ojos de los hombres, cuando Jesús triunfa, de una vez y para siempre, sobre los
poderosos enemigos del hombre. Es en la Cruz, cuando es elevado en la Cruz, que
Jesús atrae, con la fuerza omnipotente de su Divino Amor, a todos los hombres:
“Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia Mí”, pero los atraerá con
la fuerza del Amor, no con la fuerza de la violencia, de la tiranía, del
despotismo, del autoritarismo, como hacen los hombres. Los hombres buscan el
poder, pero para dominar tiránicamente sobre sus prójimos: Jesús ejerce el
poder de su Amor, del Amor de su Sagrado Corazón, que brota de su Corazón
traspasado en la Cruz, el poder del Espíritu Santo. Es la fuerza del Espíritu
Santo la que atrae, con la fuerza del Divino Amor, a los hombres. Esto lo han
entendido Santiago y Juan y porque aman a Jesús, es que quieren beber del cáliz
de su amargura, quieren estar con Él al pie de la Cruz en esta tierra, y
contemplándolo cara a cara en el Cielo y eso es lo que Jesús les asegura:
“Ustedes han de beber el cáliz que Yo he de beber”. Con su pedido de estar al
lado de Jesús y de beber su cáliz, Santiago y Juan demuestran que han entendido
quién es Jesús y que su omnipotencia es la omnipotencia de un Dios que es Amor
y Justicia infinitos.
Los que no han entendido nada acerca del misterio pascual de
muerte y resurrección, son el resto de los Apóstoles, porque se enojan con
Santiago y Juan cuando se enteran que estos han pedido a Jesús estar a su lado.
Se imaginan que Jesús es un líder al estilo de los líderes humanos, que buscan
el poder económico, militar, político, social, para ejercer de forma tiránica
este poder. No han entendido que Jesús es Dios y que Él no gobierna como lo
hacen los hombres, con injusticia y tiranía, sino que gobierna con la fuerza
del Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo. El resto de los Apóstoles ve
de forma mundana y quieren el poder mundano; no les interesa ni la Cruz ni el
cielo, sino el poder terreno y por eso quieren estar al lado de Jesús. Por eso
es que Jesús tiene que aclararles que Él no es como los líderes humanos, que
ejercen tiránicamente su poder: Él es Dios omnipotente y gobierna con la fuerza
de su Amor, pero Él no está en un cómodo sillón de emperador, sino clavado y
crucificado en la Cruz y quien quiera reinar con Él, debe reinar, como Él,
desde el madero.
Muchos en la Iglesia están como los Apóstoles antes de su
conversión: buscan estar en la Iglesia, pero no para participar de la Cruz de
Jesús, sino para obtener prestigio, poder e incluso hasta dinero. Otros, pocos,
muy pocos, están en la Iglesia como Santiago y Juan en este Evangelio: quieren
estar con Jesús crucificado, quieren beber del cáliz amargo de su Pasión,
porque quieren salvar sus almas y las de sus hermanos, viviendo en el Reino de
Dios para siempre, en la otra vida. Cada uno de nosotros es libre para elegir
de qué lado queremos estar: si del lado del poder mundano, tiránico y
autoritario, sin Dios, que busca sólo el beneficio propio, o del lado de la
Cruz de Jesús, en la cima del Monte Calvario, antesala del Reino de los cielos.
Como hijos de la Virgen, estemos donde está la Virgen: al pie de la Cruz, en la
cima del Monte Calvario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario