(Domingo
XXXIII - TO - Ciclo B – 2018)
“Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol
se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del
cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas (…) cuando veáis
que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no
pasará esta generación hasta que todo esto suceda. Y entonces verán al Hijo del
hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria (…) Mas de aquel día y
hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el
Padre” (Mc 13, 24-32). Como respuesta
a la pregunta de sus discípulos acerca de cuándo será el tiempo de la
destrucción del templo, Jesús formula esta profecía -la cual es designada como
“discurso escatológico” o “apocalipsis sinóptico”[1]-,
en la cual revela los sucesos relativos a dos acontecimientos: la destrucción
del templo y la Segunda Venida del Hijo del hombre. El problema principal es
determinar en qué momentos se refiere a la destrucción del templo y en qué
momento a la Segunda Venida como Juez del mundo. Casi todos los autores
coinciden en que Jesús trató los dos temas en la misma profecía: la destrucción
del templo y la Segunda Venida. Sin embargo, no lo hizo porque creía, como
afirman algunos, que la destrucción del templo y la Venida del Hijo del hombre
al fin del mundo serían contemporáneas. En cuanto Dios, Jesús sabía
perfectamente de qué estaba hablando y de cuándo serían ambos eventos.
Como prueba de que Jesús sabía de que ambos eventos
sucederían en épocas distintas, está la importante distinción que hace Jesús:
por un lado, la destrucción del templo sería precedida por señales que
servirían de aviso a los discípulos para escapar del inminente desastre
(14-17). Este evento local, la destrucción del templo, de la que podrían
escapar huyendo a otra parte, tendría lugar “antes de que pase esta
generación”, lo cual efectivamente se cumplió, con la destrucción de Jerusalén
y del templo por parte de las tropas del general romano Tito en el año 70 d. C.
Es decir, este suceso estaría precedido por señales, no sería repentino. Por
otro lado, cuando se refiere a la Segunda Venida del Hijo del hombre, como Juez
Supremo de la humanidad, Jesús no da ninguna información acerca del tiempo en
el que esta Segunda Venida habría de ocurrir. Este suceso sí sería repentino e
inesperado; estaría relacionado con “los elegidos” y no habría ninguna señal de
aviso. Ésa es la razón por la cual los discípulos deben estar siempre
prevenidos: “Estad atentos y vigilad, porque no sabéis cuándo será el tiempo”.
Cristo no revela el tiempo de la Segunda Venida, pero sí
pone en guardia a sus discípulos para que estos no identificasen la Segunda
Venida con la destrucción del templo, puesto que en las mentes de los
discípulos estaban asociadas, la destrucción del templo y el fin del mundo. Al
insistir en que la Parusía era incierta, Cristo declara al mismo tiempo que la
destrucción del templo tendría lugar “antes de que pasara esta generación” y al
prescribir las actitudes que deberían tener sus seguidores, se proponía disipar
la confusión en las mentes de los apóstoles.
Con relación a la Segunda Venida del Hijo del hombre, las
imágenes que usa Jesús acerca de los acontecimientos celestes, son para significar
que Dios está a punto de intervenir. Esta intervención divina es la Segunda
Venida del Hijo de Dios al fin del mundo. Cristo, el Hijo del hombre, vendrá
entonces con gran poder y majestad, como Juez Supremo y reunirá junto a sí a
sus elegidos de toda la tierra, para conducirlos al cielo, al tiempo que
reunirá a los condenados, para lanzarlos al abismo de la eterna perdición.
Ahora bien, es verdad que Jesús no da precisiones en cuanto
al tiempo en el que habrá de venir por Segunda Vez, pero sí hay una señal que
podemos tomar como que su Segunda Venida es inminente y es la manifestación del
Anticristo, el cual pondrá a prueba la fe de los fieles, al mismo tiempo que
desencadenará la última persecución, sangrienta, contra la Iglesia. El Anticristo
–cuya manifestación señalará que la Segunda Venida de Cristo es inminente-, se
presentará como el Salvador de la humanidad, dando una “solución aparente a los
problemas de la humanidad, al precio de la apostasía de la Verdad”. Es decir,
el Anticristo se presentará como un pseudo-mesías con una doctrina falsa, una
doctrina en la que la Verdad de Dios y su Mesías es reemplazada por la
auto-glorificación del hombre. El Anticristo abolirá los Mandamientos y la
Eucaristía, porque suprimirá el Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa,
reemplazándola por una ceremonia vacía y blasfema, en la que no habrá el
milagro de la transubstanciación y por lo tanto los que asistan a estas
ceremonias comulgarán trigo y agua, es decir, solo pan y no el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. Entonces, si bien es cierto que Jesús no nos da el tiempo de
su Segunda Venida, la Iglesia nos advierte que, antes de la misma, los fieles
deberán pasar por una durísima prueba, ya que surgirá el Anticristo, el cual se
presentará a sí mismo como el Mesías, como el Salvador de la humanidad,
engañando a casi la totalidad de los hombres. Dice así el Catecismo de la Iglesia
Católica[2]: “Antes
del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que
sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su
peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la
forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución
aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La
impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un
pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el
lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”. Cuando el Anticristo suprima
los Mandamientos de la Ley de Dios y suprima la Santa Misa, alcemos la cabeza y
alegrémonos, en medio de las persecuciones y tribulaciones, porque eso
significa que la Segunda Venida en gloria del Supremo Juez es inminente.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum
Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Barcelona, Editorial
Herder 1957, 534ss.
[2] Número 675.
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