(Domingo
XXX - TO - Ciclo C – 2022)
“El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será
humillado” (Lc 18, 9-14). Jesús nos enseña la parábola del fariseo
orgulloso y del publicano humilde y la enseñanza es que luchemos contra la soberbia
y busquemos practicar y vivir la humildad. Ahora bien, la intención última de
Jesús no es simplemente que luchemos contra el pecado de soberbio y que
luchemos para adquirir la virtud de la humildad. El objetivo es otro, además de
luchar con el pecado y de adquirir la virtud: el objetivo es imitar a Cristo en
su humildad y el rechazar al demonio en su soberbia.
El soberbio no solo comete un pecado, el pecado de
soberbia, de orgullo, que consiste en emplazarse a sí mismo como el origen de
todo bien, desplazando a Dios de su corazón, sin considerarlo como la fuente y
el origen de todo bien, sino que sobre todo y ante todo, se hace partícipe de
la soberbia del ángel caído, de Satanás, ya que fue el pecado de soberbia el
que llevó a Satanás a convertirse en un demonio y a ser expulsado de los cielos.
A su vez, el humilde no solo practica la virtud de la humildad, virtud
explícitamente querida por Jesús, ya que nos pide que la practiquemos –“Aprendan
de Mí, que soy manso y humilde de corazón”-, sino que se hace partícipe de la
humildad de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
“El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será
humillado”. Un indicativo que nos puede ayudar para saber si estamos por el camino
del orgullo o el de la soberbia, es examinarnos en relación a los Mandamientos
de Dios: el que se esfuerza por cumplir los Mandamientos de Dios, se esfuerza
por negarse a sí mismo, colocando a Dios y a su voluntad, expresada en los
Mandamientos, en primer lugar, es decir, desea cumplir la voluntad de Dios,
antes que la propia.
Por el contrario, el que no tiene en cuenta los
Mandamientos de la Ley de Dios y dice para sí mismo “Yo hago lo que quiero”, “Yo
hago mi propia voluntad”, ese tal está por un camino espiritual erróneo, que lo
aleja de Dios, porque se emplaza a sí mismo y a su voluntad, antes que a Dios y
su voluntad. Cuando alguien diga: “Yo hago lo que quiero”, eso es muy peligroso
para su vida espiritual, porque es un indicio de que no está cumpliendo la
voluntad de Dios en su vida, sino la propia suya y seguir la propia voluntad no
nos conduce a nada bueno. No en vano el primer mandamiento de la Iglesia de Satanás
es “Haz lo que quieras”, porque el “hacer lo que uno quiera”, en vez de hacer
lo que Dios quiere, nos aleja radicalmente de la Presencia y de la voluntad de
Dios.
“El
que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado”. Para no caer
en el pecado de soberbia, para no ser partícipes de la soberbia del ángel
caído, el remedio que nos pone Jesús es cumplir los Mandamientos de la Ley de
Dios e imitar a su Sagrado Corazón, que es también imitar al Inmaculado Corazón
de María: “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón”.
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