(Ciclo A – 2022 – 2023)
En nuestros días,
caracterizados por una siniestra oscuridad espiritual que se hace cada vez más
densa, la celebración de la Navidad no se escapa a esta sombra preternatural
que lo abarca todo. En lo relativo a la Navidad, la oscuridad preternatural
-angélica y demoníaca- se observa en la distorsión explícita e intencionadamente
buscada, del sentido, la naturaleza y el significado de la verdadera y única Navidad.
Así, a través de los medios de comunicación, la Navidad se ha expandido, como
antes nunca, a prácticamente cada rincón de la tierra y es así como vemos que
países en los que el catolicismo es minoría absoluta, se “festeja” igualmente,
la Navidad. Pero si observamos bien, esta navidad, no solo en los países
paganos, sino incluso en los nominalmente cristianos o católicos, la verdadera
Navidad ha sido reemplazada por una “neo-navidad” o mejor, una navidad pagana,
una anti-navidad, que ha reemplazado a la verdadera Navidad.
Esta neo-navidad o navidad
pagana, celebrada en la inmensa mayoría de los países de la tierra, es una
navidad que tiene las siguientes características: no hay ninguna referencia,
directa o indirecta, al Único protagonista de la Navidad, el Niño Dios, la
Segunda Persona de la Trinidad, encarnada por obra del Espíritu Santo en el
seno de María Santísima; el Niño Dios es reemplazado por un espantajo caricaturesco,
una abominación infantiloide, surgido en mentes ateas e impulsadas solo por el
deseo de ganar dinero, esa caricatura llamada “Papá Noel”, “Santa Claus”, “Santa”,
etc., una deformación del obispo San Nicolás, que en su deformación caricaturesca
es acompañado por duendes -que en realidad son demonios-, se traslada en un trineo
arrastrado por renos voladores y una cantidad innumerable de sinsentidos,
surgidos de la simple imaginación humana: dicho personaje, creación de una
multinacional de bebidas gaseosas, ha logrado imponerse en el imaginario
colectivo, de manera que la navidad neo-pagana lo tiene por principal protagonista;
en consecuencia, esta neo-navidad pagana consiste en recibir regalos,
repartidos por “Santa Claus”; consiste en brindar, banquetear, festejar por
festejar, alegrarse por alegrarse, sin motivo sobrenatural alguno, sino por
motivos meramente humanos, pasajeros y superficiales; esta neo-navidad pagana
celebra, baila hasta altas horas de la madrugada, ríe, reparte regalos, se
embriaga, banquetea hasta el hartazgo, habla de mundanidades, desea
mundanidades, festeja mundanamente; esta navidad pagana viene del mundo y
finaliza en el mundo. Por esta razón, el católico no debe, de ninguna manera y
bajo ningún concepto, festejar la Navidad de un modo pagano, puesto que si lo
hace, ofende gravemente al Niño Dios, a la Segunda Persona de la Trinidad encarnada
en el seno de María Purísima y nacido milagrosamente en la gruta de Belén para
nuestra salvación, por medio de su sacrificio en la Cruz.
La verdadera y única fiesta
de Navidad -fiesta entendida en el sentido litúrgico, sobrenatural, que no descarta
la alegría sino que por el contrario, concede la verdadera Alegría, la Alegría
de Dios, Quien es Alegría infinita- no radica en el comer, en el beber, en el
bailar mundanamente: consiste en la Santa Misa de Nochebuena, en la que, por la
acción del Espíritu Santo que obra a través del sacerdote ministerial por las
palabras de la consagración, prolonga la Encarnación del Verbo en la
Eucaristía, de manera tal que la Eucaristía Es el Niño Dios, el mismo Niño Dios
nacido en Belén, que prolonga y actualiza su Encarnación y su Nacimiento milagroso
en Belén, en el Santo Altar Eucarístico. Quien no crea en estos misterios
sobrenaturales, absténgase, por amor de Dios, de celebrar la navidad neo-pagana,
para no continuar ofendiendo a Nuestro Señor Jesucristo. Y quien crea en estos
misterios sobrenaturales, celebre la Navidad, asistiendo a la Santa Misa de
Nochebuena, recibiendo el verdadero manjar del Cielo, el Cuerpo y la Sangre, el
Alma y la Divinidad del Niño Dios, la Sagrada Eucaristía. Y luego sí, sobria y
mesuradamente, festeje al modo humano, con una rica comida y con serena alegría,
el Nacimiento del Salvador del mundo, el Niño Dios, Nuestro Señor Jesucristo.
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