(Ciclo
A – 2023)
El Evangelio nos describe el bautismo de Jesús en el Jordán
por parte de Juan el Bautista. Frente a este hecho, podemos preguntarnos la
razón de este bautismo: Jesús es el Hombre-Dios y en cuanto tal, no tiene
necesidad de ser bautizado, puesto que, obviamente, no tiene necesidad de
conversión, desde el momento en que Él es la Santidad Increada, la Santidad en
Acto de Ser y por esto mismo no tiene necesidad alguna de ninguna conversión. Por
otra parte, Él es Quien viene a bautizar, como lo dice el mismo Juan, “con
Espíritu Santo y fuego”, es decir, Jesús, en cuanto Dios Hijo, expira, junto
con el Padre, desde la eternidad, al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la
Trinidad por lo que, con más razón aún, no tiene necesidad alguna de ser
bautizado. Es por esto que nos preguntamos nuevamente: ¿por qué Jesús deja que Juan
el Bautista lo bautice?
Por el significado sobrenatural que se encuentra en el
hecho del bautismo de Jesús: al encarnarse el Verbo y al asumir
hipostáticamente, esto es, a su Persona divina, a la Humanidad Santísima de Jesús
de Nazareth, Jesús une a Sí, a su Persona divina encarnada, a todos los hombres
que, por el bautismo sacramental, serán unidos a su Cuerpo Místico. De esta
manera, los bautizados sacramentalmente en la Iglesia Católica -no los no
bautizados, sino solo los bautizados-, serán hechos partícipes de los misterios
salvíficos de Jesús, es decir, serán hechos partícipes de su Pasión, Muerte y
Resurrección y esto está representado, simbólica y ontológicamente, en la
inmersión propia del bautismo y luego en el emerger de Jesús de las aguas del
Jordán. En efecto, en la inmersión, está representada la Pasión y Muerte del
Hombre-Dios; por lo tanto, en esta Pasión y Muerte están asociados y son hechos
partícipes todos los que forman parte de su Cuerpo Místico, esto es, los
bautizados. En otras palabras, al morir la Cabeza en la cruz -es lo que representa
la inmersión, la Muerte del Hombre-Dios en el Calvario-, los bautizados
participan de su Pasión y Muerte; luego, al emerger Jesús de las aguas del
Jordán, se representa su Resurrección gloriosa, su regreso a la vida después de
la muerte, pero ya con su Cuerpo glorificado y a esta Resurrección es a la que
son asociados y son hechos partícipes los bautizados en la Iglesia Católica. En
síntesis, así como la inmersión de Jesús representa su Pasión y Muerte, así su
emerger del Jordán representa su Resurrección y, con Él, todos los seres
humanos que hayan sido unidos a su Cuerpo Místico por medio del bautismo sacramental
son hechos partícipes de su Pasión, Muerte y Resurrección. Esto nos hace ver la
importancia fundamental, esencial e imprescindible del bautismo sacramental porque,
contrariamente a lo que afirma erróneamente Karl Rahner, la Encarnación del
Verbo no asocia “automáticamente” a todo ser humano al misterio salvífico de Jesús:
es necesario que el ser humano reciba el Sacramento del Bautismo, para quedar recién
asociado al Hombre-Dios, ontológicamente, por la gracia santificante y para así
ser partícipe de su Pasión Redentora. Quien afirme el error de Rahner, se opone
frontalmente a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: “Quien crea y se
bautice se salvará y quien no crea y no se bautice, se condenará”. La necesidad
imperiosa del Bautismo Sacramental, para ser partícipes de la Pasión Redentora del
Señor Jesús, elimina de raíz el garrafal error de Rahner, garrafal error que el
heresiarca llama “cristiano anónimo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario