“El
Espíritu de la Verdad dará testimonio de Mí” (Jn 15, 26-27.16, 1-4a.). Una vez que Jesús cumpla su misterio pascual
de Muerte y Resurrección, enviará, junto al Padre, al Espíritu Santo, “el
Espíritu de la Verdad”. El Espíritu Santo tendrá una función mnemónica, es
decir, de memoria y de recuerdo de lo que Jesús hizo y dijo. El Espíritu Santo es
Espíritu de la Verdad, pero no la verdad humana, sino la Verdad de Dios, por lo
tanto, les recordará lo que Jesús hizo y dijo según la Verdad de Dios. Esto significa
que iluminará las mentes de los Apóstoles y de la Iglesia toda para que vean y
comprendan su misterio pascual bajo la luz divina, lo cual quiere decir que las
acciones de Jesús serán interpretadas en su recto sentido y no según las mentes
oscurecidas y ofuscadas de los hombres. Por ejemplo, el Espíritu Santo les hará
comprender que la multiplicación de panes y peces fue un verdadero milagro
hecho con la omnipotencia divina y no un “milagro moral” que consistió en “despertar
el deseo de compartir” de quienes habían llevado comida, con los que no tenían.
Esta última interpretación corresponde al protestantismo y no se corresponde
con la realidad y por lo tanto con la verdadera interpretación católica. Lo mismo
hará el Espíritu Santo con los demás milagros de Jesús y con sus enseñanzas:
recordará lo que Jesús hizo y dijo, pero lo hará según la Inteligencia, la
Sabiduría y la Memoria de Dios y no según los hombres.
“El Espíritu de la Verdad dará testimonio de
Mí”. Desde la constitución de la Iglesia Apostólica, ha habido siempre
individuos que, sin poseer el Espíritu de la Verdad, han interpretado según sus
mentes humanas el misterio pascual de muerte y resurrección de Jesús, reduciéndolo
a lo que sus ofuscadas mentes podían comprender, quitando de en medio todo lo
sobrenatural, celestial, milagroso y prodigioso. Así, demuestran que no tienen
al Espíritu Santo en ellos, y por eso son herejes y cismáticos. Quien está en
la Verdad, quien se adhiere al Magisterio bimilenario de la Iglesia Católica,
aun cuando no comprenda el misterio de Cristo -que es incomprensible-,
demuestra que posee en sí al Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad absoluta
de Dios Trino.
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