(Domingo XXXII - TO - Ciclo A – 2023)
“Llega
el Esposo, salid a recibirlo” (Mt 25, 1-13). Para entender la parábola
descripta por Jesús, hay que reemplazar los elementos naturales por los
sobrenaturales. Así, el esposo que regresa a medianoche, de improviso, es el
Señor Jesús, que se hace presente de improviso, sea en la muerte personal de
cada uno, sea en el Día del Juicio Final, en el que será juzgada toda la
humanidad; la medianoche es el tiempo en el sentido espiritual, ya que tanto el
alma en el sentido personal como en el sentido general, estarán alejadas de
Dios, en su inmensa mayoría y es esto lo que representan las tinieblas, la
ausencia de Dios en la vida de los hombres; las vírgenes representan a las
almas humanas; las vírgenes prudentes, representan a las almas que, al momento
del regreso de Jesús, tenían fe en Él, estaban deseosas de encontrarse con Él y
esta fe operante y viva está representada por el aceite que llevan en las
lámparas y también en las alcuzas o en las vasijas de barro de repuesto: aquí
puede parecer que las vírgenes prudentes son egoístas, porque cuando las necias
les piden un poco de aceite para sus lámparas, las prudentes les dicen que
vayan al mercado, que no va a alcanzar para todas, lo cual es verdad, pero
lejos de ser un acto de egoísmo, esto significa el carácter personal de las
obras de misericordia, que no pueden ser transferidos a otro; en otras
palabras, si mi prójimo no quiere salvarse y por eso no hace obras de
misericordia necesarias para salvar su alma, no puede recibir dichas obras por
parte de nadie, porque las obras se realizan a título personal; el
adormecimiento, tanto de las vírgenes prudentes, como de las necias, no es un
hecho negativo en sí, sino que sirve para indicar que la Segunda Venida en la
gloria de Nuestro Señor Jesucristo se producirá de forma repentina y en un
momento en el que nadie o casi nadie estará pensando en ello, debido a que la
inmensa mayoría de los hombres estarán bajo el influjo del Anticristo; el salón
de fiestas es el Reino de los cielos; la oscuridad que se observa fuera del
salón del Reino indica la oscuridad del reino de las tinieblas; el
desconocimiento, por parte del Esposo, hacia las vírgenes necia –“No os
conozco”, les dice-, se corresponde con lo que Jesús dirá a quienes se condenen
en el Día del Juicio Final, al no haber realizado obras de misericordia: “Les
aseguro que no los conozco”.
“Llega
el Esposo, salid a recibirlo”. En algún momento de nuestras vidas, escucharemos
este anuncio, acompañado por las trompetas del Apocalipsis. De nosotros depende
si para ese momento, nuestras lámparas iluminan con el aceite de la fe, o si
están apagadas.
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