(Domingo
XV - TO - Ciclo C – 2013)
“Ve y procede de la misma manera (…) ten compasión de tu
hermano más necesitado” (Lc 10, 27-35).
En la parábola del Buen Samaritano, Jesús no nos da un mero ejemplo de cómo ser
solidarios con los demás: en la parábola está contenida toda la historia de la
salvación: está contenido el misterio de iniquidad, la caída del hombre y su
destierro del Paraíso a causa del pecado original; la tenebrosa y siniestra
realidad de los ángeles caídos, que precedieron al hombre en su separación de
Dios y, finalmente, el perdón, el rescate y la redención del Hombre-Dios
Jesucristo. Además, en la parábola, dada por Jesucristo como respuesta a la
pregunta de “qué hay que hacer para ganar la vida eterna”, está el programa de
vida que conduce a la salvación eterna.
Cada uno de los integrantes de la parábola, por lo tanto,
representa una realidad sobrenatural:
-La caída del hombre a causa del pecado está representada en
el asalto y ataque de los ladrones del camino, que dejan al hombre de la
parábola malherido y tendido en el suelo: es la imagen del hombre caído por el
pecado, expulsado del Paraíso, privado de la visión de Dios porque ya no posee
la gracia santificante.
-Los asaltantes del camino representan a los demonios, que
hacen presa fácil del caminante, son los demonios que, expulsados del Paraíso,
dominan con facilidad al hombre, que por haber sido expulsado de la Presencia
de Dios, está solo e indefenso. Los que pasan de largo representan a los
hombres que, sin Dios, que es Amor, no tienen compasión ni amor por sus
prójimos.
-El hombre golpeado es la humanidad sin Dios, fácil presa de
los demonios, del pecado y de las pasiones sin control.
-El Buen Samaritano es figura de Cristo, quien con su
misterio pascual de Muerte y Resurrección, rescata al hombre, le concede el
perdón divino, lo sana con su gracia santificante y le concede una nueva vida,
la vida de los hijos de Dios.
-La
posada, a la cual acude el Buen Samaritano con el hombre herido a a cuestas, y
en donde reposa para terminar de curar sus heridas, es figura de la Iglesia con
sus sacramentos, que recibe en nombre de Cristo al hombre herido por el pecado
original, atormentado por los demonios, y acosado por sus pasiones, para que
sane de sus heridas y se sienta a salvo y en paz.
-El
último elemento que se encuentra en la parábola, es la representación de lo que
todo católico debe hacer si quiere salvar su alma: imitar a Jesús, el Buen
Samaritano. Recordemos que la parábola es dada por Jesús como respuesta a la
pregunta de un doctor de la ley acerca de qué es lo que debe hacerse para ganar
la vida eterna: Jesús le dice que hay que cumplir el Primer Mandamiento, el que manda amar a Dios y al prójimo, y cuando el doctor de la ley pregunta quién es el prójimo, Jesús narra la parábola del Buen Samaritano.
Al responder con esta parábola, y al ser Jesús el Buen Samaritano, Jesús nos está diciendo que esta es la vía de la salvación, y que el que quiera salvarse, debe hacer lo que Él hizo: auxiliar a su prójimo más necesitado, incluido, y en primer lugar, aquel prójimo que es nuestro enemigo, porque los samaritanos eran enemigos con los judíos. Por este motivo, la Iglesia pide a sus hijos que practiquen las obras de misericordia espirituales y corporales, y esto sin reparar si el prójimo es amigo o enemigo: el Amor de Dios no hace acepción de personas.
De esta manera, la respuesta a la pregunta, por parte de Jesús, se articula entonces en dos partes: en la primera parte, Jesús le dice al doctor de la ley que para entrar en la vida eterna, hay que cumplir el Primer Mandamiento, que manda amar a Dios y al prójimo; en la segunda parte de la respuesta, Jesús nos hace ver que el amor a Dios se materializa en el amor al prójimo, y que ese prójimo no es solo quien nos simpatiza, sino ante todo, el que por alguna circunstancia, es nuestro enemigo.
Además, por medio de la parábola, Jesús nos hace ver que el verdadero prójimo es aquel que tiene compasión del que sufre, y luego le dice: “Ve tú y haz lo mismo”, y como lo que le dice al doctor de la ley nos lo dice a todos nosotros, también nosotros, si queremos salvar nuestras almas, si queremos ingresar en el Reino de los cielos, si queremos disfrutar de toda una eternidad de paz, alegría, amor y felicidad inimaginables, entonces “hagamos lo mismo”, es decir, imitemos a Jesús en su compasión por los más necesitados y auxiliemos, según nuestro estado de vida, a nuestros hermanos que sufren.
Al responder con esta parábola, y al ser Jesús el Buen Samaritano, Jesús nos está diciendo que esta es la vía de la salvación, y que el que quiera salvarse, debe hacer lo que Él hizo: auxiliar a su prójimo más necesitado, incluido, y en primer lugar, aquel prójimo que es nuestro enemigo, porque los samaritanos eran enemigos con los judíos. Por este motivo, la Iglesia pide a sus hijos que practiquen las obras de misericordia espirituales y corporales, y esto sin reparar si el prójimo es amigo o enemigo: el Amor de Dios no hace acepción de personas.
De esta manera, la respuesta a la pregunta, por parte de Jesús, se articula entonces en dos partes: en la primera parte, Jesús le dice al doctor de la ley que para entrar en la vida eterna, hay que cumplir el Primer Mandamiento, que manda amar a Dios y al prójimo; en la segunda parte de la respuesta, Jesús nos hace ver que el amor a Dios se materializa en el amor al prójimo, y que ese prójimo no es solo quien nos simpatiza, sino ante todo, el que por alguna circunstancia, es nuestro enemigo.
Además, por medio de la parábola, Jesús nos hace ver que el verdadero prójimo es aquel que tiene compasión del que sufre, y luego le dice: “Ve tú y haz lo mismo”, y como lo que le dice al doctor de la ley nos lo dice a todos nosotros, también nosotros, si queremos salvar nuestras almas, si queremos ingresar en el Reino de los cielos, si queremos disfrutar de toda una eternidad de paz, alegría, amor y felicidad inimaginables, entonces “hagamos lo mismo”, es decir, imitemos a Jesús en su compasión por los más necesitados y auxiliemos, según nuestro estado de vida, a nuestros hermanos que sufren.
Ahora
bien, si en esta parábola está contenido el programa de la salvación eterna,
también está contenida la perdición de quienes no obren según Jesús: si alguien
cierra su corazón a la compasión y a la misericordia –como lo hacen el levita y
el sacerdote de la antigua alianza de la parábola-, entonces ese tal se cierra
a sí mismo las posibilidades de su propia salvación.
¿Cómo obtenemos la salvación? Jesús nos responde, tal
como le respondió al doctor de la ley: “Si quieres salvar tu alma, si quieres
entrar en el Reino de los cielos, si quieres entrar en comunión de vida y amor
con las Tres Divinas Personas, si quieres vivir en el Amor, en la paz, en la
felicidad y la alegría para siempre, ve y procede de la misma manera, obra la
misericordia y ten compasión de tu hermano más necesitado”. Lo que nos enseña
la parábola, entonces, es que quien se compadece de su hermano que sufre, tiene
el cielo asegurado, puesto que es el mismo Jesús quien lo dice:
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).
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